A veces los docentes podemos no estar a la altura perdiendo el objetivo de nuestra profesión.

El exceso de carga lectiva, las ratios tan elevadas en muchas ocasiones, el poco reconocimiento social por ignorar la verdadera naturaleza y tarea de nuestro trabajo, del que sólo se conoce la punta del iceberg, las tremendas cargas burocráticas o un sistema educativo lleno parches y goteras, acaba haciendo mella en lo verdaderamente importante: el trato directo con el alumno.

No pretendo dar una justificación ni una excusa porque no la hay si caemos en el tedio o la mediocridad.

Los alumnos son los que están ahí delante cuando has tenido un mal día, te encuentras mal o has salido descontento de otra aula. Y a veces no reparamos en cuál importantes son nuestras palabras, gestos o acciones.

El otro día hablaba con un estudiante universitario, me explicaba que las palabras de un maestro pueden cambiar la vida de un alumno. A él le pasó con una profesora, que le dedicó veinte minutos en un recreo contándole lo válido que era para las artes gráficas y el potencial que veía en él.

Eso le transformó por completo. Empezó a esforzarse y a trabajar mucho porque él quería demostrar que su maestra no se había equivocado y que realmente podía. Sus notas mejoraron de una forma exponencial, incluso su  estado de ánimo cambió. Él me narraba  que a veces  los familiares más cercanos  no se dan cuenta o no tienen tiempo, por el exceso de trabajo y cansancio, para sentarse con ellos cuando están hechos un lío y no saben qué hacer ni para dónde tirar. Es aquí donde  el papel del  maestro tiene que ser destacable e impecable. No solo cuenta lo bien que expliques y des las clases. Ahora a golpe de un clic tienes un tutorial de cualquier tema de cualquier asignatura explicado al detalle. Un youtuber especializado en ese ámbito es capaz de hacerlo de maravilla.

El profesor es mucho más que un mero transmisor de información, pasa muchas horas con los alumnos y sabe perfectamente cuándo se sienten mal o pueden tener un problema. Ahí es donde se demuestra su auténtica valía.  Con una palabra negativa puedes acabar de hundir al estudiante y aumentar las posibilidades de un fracaso escolar o abandono temprano.

O, por el contrario, puedes darle una palabra de aliento, mostrándole que sus dotes y capacidades son buenas y muy válidas y que tiene un futuro prometedor en el sector que sea.

 Esto hará despertar la motivación dormida.

Los docentes tenemos un trabajo muy bonito a la par que complejo. Debemos ser cuidadosos, precavidos, pacientes y empáticos.

Nuestro día a día no es fácil pero el esfuerzo que tenemos que hacer merecerá la pena.

Nunca demos por perdido a ningún estudiante por muy mal que esté en un determinado momento. La vida son ciclos. Y en esta montaña rusa de emociones hay que estar al pie del cañón para las buenas, pero sobre todo para las malas.

Démonos cuenta de que una sonrisa, una mirada afectuosa, una palabra acertada, un gesto de empatía puede cambiar la vida de ese joven que está delante de ti. Por ello antes de entrar en un aula o dirigirte a uno de tus estudiantes recuerda estas palabras: ¡tú puedes cambiarle la vida! ¡Ojo! Nadie dijo que fuese fácil.