El pasado 10 de septiembre fue el día mundial para la prevención del suicidio. En nuestro país más de 4000 personas se suicidan anualmente y analizándolo por rango de edad el suicidio en adolescentes ha aumentado de forma significativa, un 32,35 %, pasando a ser la primera causa de muerte en jóvenes entre 12 y 29 años.

Si tenemos en cuenta que las condiciones sociales y económicas de las familias han mejorado y que los adolescentes tienen más distracciones, alicientes y libertades que nunca, entonces nos deberíamos plantear qué está pasando. ¿Por qué sienten la necesidad de quitarse la vida?

Las causas de estas muertes son múltiples, podemos pensar que estamos en una sociedad más avanzada y empática, lo que, tal vez, dista mucho de la realidad.

Depresión, trastornos mentales, abuso de sustancias tóxicas y/o alcohol, orientación sexual, maltrato físico, abuso sexual, racismo, bullying, abusos domésticos, pérdida de un ser querido son, entre otros, algunos de los factores que pueden llevar a este trágico desenlace.  La dificultad para gestionar el torbellino de emociones que estas circunstancias generan se hace en muchos casos inabarcable.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros jóvenes para prevenir estos sucesos? Tenemos que estar muy pendientes de ellos, analizando su estado anímico y su nivel de ansiedad. Prestarles atención, evitar que pasen mucho tiempo solos, vigilar el “buen “ uso de las redes sociales y promover un estilo de vida saludable son aspectos de necesario cumplimiento.

Hay que ser empáticos y generar un clima de confianza con ellos para facilitar la escucha activa y que nos confíen posibles problemas que nosotros hayamos pasado por alto o no les hayamos dado importancia. Recordemos que en estas edades los sentimientos están a flor de piel y que lo que para nosotros pueda ser una nimiedad, para ellos puede significar un mundo.

No descartemos llamadas de atención que a veces recibimos por su parte. Si tu hijo te dice que no sirve para nada, que se quiere morir o que no le importa a nadie, no lo eches en saco roto y activa la observación, el diálogo y el acompañamiento.

Busca ayuda profesional, ellos son los que tienen las herramientas necesarias para ayudarle.

Si tu hijo recibe tratamiento psicológico, acompáñale en el proceso, en ese momento él es lo más importante, por encima de todo. Anímale a que salga, que vea a sus amigos y a sus familiares. La actividad deportiva también es clave y necesaria, aliéntale para que realice deporte.

Considera que es un periodo largo y tedioso. Tu hijo va a necesitar a sus padres cerca acompañándole y apoyándole. No va a ser una época fácil, pero hay que estar a la altura. No olvides que la familia es el bien más preciado que poseemos y que un padre o una madre por sus hijos, mata.

Si percibes algún síntoma en tu hijo o en cualquier otro niño, actúa, no pierdas un segundo.

Los problemas de salud mental se están convirtiendo en un grave problema para esta sociedad avanzada y tecnológica en la que vivimos y por ello se hace necesario formar en salud mental y gestión de las emociones a todo el personal de los centros educativos, a las familias y a los sanitarios.

Da igual que seas un extraño para la persona que lo está pasando mal, si observas algo, ayúdale. Como dijo Blanche en un tranvía llamado deseo: “Sea usted quien sea, siempre he creído en la bondad de los desconocidos”.