Cuando hace ya muchos años fue una decisión importante, no exenta de ilusión y candidez, en la que tuve la suerte de tener un gran maestro que orientó mis caminos, construyó mi visión de la profesión, organizó mis pensamientos y marcó la senda de mi profesión, para también tener la suerte de que me introdujese en los foros locales un gran amigo y profesional que me enseñó que se obtiene más con miel que con vinagre.

Somos profesionales que debemos defender al cliente, sólo y exclusivamente, con técnica, con imaginación jurídica, con ambición, pero sobre la base y fundamento de lo que se encuentre en los autos, de forma que no te afecte lo que, sin aparecer en ellos, tú puedas tener conocimiento, que habrás de resolver en el seno de tu despacho, sin publicidad, éticamente entre tú y el cliente.

Ojalá los jueces, fiscales y resto de operadores tuviesen claro que nuestro trabajo es ese y el suyo trabajar sin prejuicios o por sensaciones propias exentas de probatura.

Somos, o debemos ser, sacerdotes seglares que calman la angustia del cliente, orientan su actuación, evitamos el conflicto y defendemos los derechos de quienes a nuestro despacho acuden, pero malos, muy malos profesionales somos cuando defendemos a los clientes, a los operadores de la justicia en sus reclamaciones, apoyamos la resolución de la injusticia, pero somos incapaces de defender los derechos propios y de nuestros hijos. Muy mal funcionan los colegios que sólo debieran de servir para eso y no para la promoción, filfa y plexiglás del que alcanza el decanato.

Ni nosotros, ni nuestra familia, tenemos derecho a la conciliación del trabajo y la familia, las horas de atención son todas, la desconexión digital no existe, la exigencia es total, si el juicio es a 1000 km da igual que si lo tienes a 5 minutos andando, si tú faltas perjudicas los derechos del cliente, si falta el fiscal no pasa nada, si se te ocurre ir con la familia 3 días de descanso no tienes derecho a que se suspenda ese juicio que no estaba avisado, si tus hijos quieren vacar en julio no pueden, pues su padre sólo tiene agosto y siempre que no lleve laboral o penal, que puede tener jucios o vistas, sin entrar en la lentitud de las tasaciones de costas, las reducciones de honorarios sin justificación, etc., que no dejan de ser nuestros emolumentos, abonados por el cliente y que parecen más denigrantes e injustos que los del resto de operadores que pagamos todos.

Si en sala defiendes algo de difícil defensa, por los motivos que sean y que sólo son conocidos por ti y el cliente, se te presiona o incluso he visto cómo se llega al insulto.

Si suspendes un juicio para alcanzar un acuerdo, se te increpa, inconscientes de que si tú suspendes no cobras, ellos lo hacen en cualquier caso para, cuando no se obtiene el acuerdo, tener que soportar un nuevo desdén; pero, si no haces lo posible por alcanzar un acuerdo, también eres imprecado.

Tú has de esperar horas para la celebración del juicio, pero si tú avisas de que tardas unos minutos se te avisa que si no llegas se te dará por no comparecido.

Si intuyen que cobrarás una minuta importante lo echan en cara e incluso alguno busca el modo de evitarlo; pero, olvidan que ellos lucran todos los meses, que cuando ellos reclaman sus emolumentos sí estamos a su lado, sin envidias, ni risitas maléficas.

Así podía estar mucho tiempo, explicando que los abogados y procuradores somos operadores jurídicos sin los cuales la Adminstración de Justicia no funcionaría y la Justicia, como poder, no existiría; pero, lo que es más grave, si no se permiten o cercenan nuestros derechos, no sólo están dañando a un cooperador, sino que el daño definitivo se le hace al justiciable, al ciudadano, que con sus impuestos sostiene el sistema que finalmente no funciona, no por su culpa, no por culpa de los operadores, sino de los funcionarios que desarrollan su función, ya sean administrativos, fiscales o jueces.

Las faltas de respeto de los que trabajan en la Justicia, sea el nivel, la persona o la función que desempeñen, lo son a los ciudadanos, a los que debería de servir.

Claman los LAJ por sus emolumentos, pero ¿claman por hacer bien, con simpatía, ayudando a los profesionales, sirviendo a los ciudadanos?

Los funcionarios luchan por sus salarios, pero ¿luchan por hacer correctamente su trabajo, por colaborar con los profesionales, sirviendo a los ciudadanos?

Los jueces reclaman una retribución justa, pero ¿tratan con respeto a los profesionales, hacen diligentemente su trabajo, estudian con sosiego y cuidado los asuntos, son servidores públicos?

He defendido siempre las reclamaciones del sector, he apoyado PNL en las Cortes de Castilla y León, he dado voz en los medios y he asistido a movilizaciones, pero cuando tuve covid, sin voz llamé al juzgado y la contestación fue “bien te podías haber muerto y así habría menos trabajo” o cuando he llamado preguntando si se haría huelga, para evitar un viaje, se me dijo “hasta que no estés aquí no se te dirá, esto es solo para jorobar” o “el lunes se hará huelga y se suspenderán los juicios” y luego no ser cierto. Los defiendo por ser mi sentimiento, mi profesión, mi forma de vivir, pero mal profesional soy que luego no sé defender los derechos propios y los de mis hijos.