Cuando la democracia se convierte en "quiero esto y lo consigo" es porque no estamos en democracia. En la democracia la traba al ejercicio del poder debe de ser la norma, el modo habitual de desarrollo y la demostración de que la misma está sana y fuerte.

Aún con mayorías absolutas, los controles al poder deben de desarrollarse de forma y manera que ese absolutismo se vea turbado y limitado por medio de la negociación, y el pacto sea el modelo de actuación.

En este sentido, la convención debe de tener una premisa fundamental, cual es que tenga un fin social y sólo sirva para el servicio público, pues cuando el pacto se limita a tener como objetivo la detentación del poder se convierte en un modo de cesión, de venta y forma de perjudicar el interés general.

Cuando un gobernante se propone un objetivo este debe contener, de un modo u otro, la transformación social para que, los ciudadanos, vivan mejor, observen un desarrollo hacia situaciones óptimas de crecimiento. Todo aquello que no cumpla esas premisas y esté dispuesto a la consecución de un objetivo personal, olvidando los marcos formales e informales democráticamente dispuestos, no es ante un pacto, sino una humillante cesión.

Es evidente que si deseamos una democracia seria y sólida, el ciudadano debe de exigir de sus dirigentes un alto grado ético, moral y de sinceridad que permita mantener una relación de confianza entre el pueblo y el mandatario que no sólo exige el cumplimiento de las ofertas que el dirigente propone, sino que su desarrollo y consecución deben de realizarse sobre la base de los más altos estándares éticos.

La frase, ya aceptada y manida, de que "en los procesos electorales se hacen ofertas que todo el mundo sabe que no se van a cumplir", es una perversión de los mandatos y una manipulación que inicia un camino hacia la destrucción, pues todo pueblo que acepta que sus dirigentes son unos mentirosos es un pueblo domable y sometido, vago y poco preparado, que recibirá con gusto la ponzoña que merece.

Es un dato de alarma que una persona que está dispuesta a manipular un proceso electoral menor, como pueda ser la elección como Secretario General y/o presidente de un partido, pueda alcanzar la presidencia de un gobierno nacional o de comunidad autónoma, pues quien engaña en lo poco será capaz de engañar, mentir y traicionar en lo mucho.

Hemos aceptado que el que obtiene el poder tras unas elecciones, directamente o mediante pactos, está legitimado para detentar el poder conforme le plazca; si bien, la legitimidad no la conceden los votos de un momento determinado, sino la construcción de controles en los que el ciudadano sigue mostrando su apoyo al dirigente y este al pueblo, en una operación bidireccional entre mandante y mandatario, motivo por el que si un representante se dedica a la destrucción, eliminación o reducción de los controles formales e informales de toda democracia, lo que indica es una voluntad manifiesta de actuar de forma totalitaria y dictatorial que se presentará, tarde o temprano, como un revolucionario y/o visionario que transformará la democracia por el bien de los ciudadanos que, ya domesticados, aceptarán el sometimiento como el soma preciso para vivir, cediendo al "asesino" la vida propia y de sus hijos.

De una dictadura personal, en España, sabemos que se puede salir con la sola desaparición del Jefe, por más que luego se debieran realizar pactos y actuaciones que faciliten la salida; pero cuidado, de un modelo de dirigismo partidista, de un sistema comunista de dictadura popular, no es fácil salir... la historia reciente de nuestros hermanos hispanos nos demuestra que el hambre, la miseria, la podredumbre moral que esos sistemas imponen no finaliza con la liquidación del dirigente, pues la hidra sobrevive en otros que siguen sometiendo al pueblo a que viva en esa autodenominada "nueva democracia".

Cuando un dirigente quiere algo y está dispuesto a cambiar las leyes, a forzar las normas, a saltarse los modelos de actuación aceptados por todos, a "manchar su toga con el polvo del camino" y lo hace, consiguiendo aquello que desea, por encima de todo, está indicando el modelo de política totalitaria que pretende imponer, si esta acción es de izquierda es la dictadura popular comunista y si es de derechas un totalitarismo neofascista.

El ciudadano debe de estar alerta, pues en España se observan demasiadas alarmas de limitación democrática y de implantación de soberbias dictatoriales.