El fútbol es un estado de ánimo, decía aquel. La vida, también. Hoy, en Valladolid, nadie se acordaba del paro, de la subida de la luz, de la guerra en Ucrania y de temas varios del quehacer diario, hoy todo giraba en torno a unos colores: el blanco y el violeta.

Porque todo fue poniéndose de otro color, de rosa, en la noche de ayer. Cuando el Almería las pasaba canutas en Butarque, y no era capaz de vencer al Leganés, y con el desastre del Eibar en Santo Domingo, ante un Alcorcón descendido desde hace semanas y que tiro de casta para echar un cable a un Pucela que hizo, y muy bien, sus deberes, goleando al Huesca.

El fútbol fue justo ayer e hizo que subiera el mejor equipo de la categoría, el Real Valladolid, por juego y jugadores, por propuesta y calidad. El final de temporada ha sido excelente (con el punto negro del choque ante la Real Sociedad B) y el premio ha sido, ni más ni menos, que el ascenso.

La tarde ha sido épica. Los jugadores, a eso de las 17.30 horas, y en el AC Santa Ana, se tomaban sus “aguas con misterio”, antes de subir a ‘La Leyenda del Pisuerga’ y disfrutar de un paseo en el que miles de aficionados se agolpaban en los puentes, y en la ribera del río más conocido de la ciudad.

Todos ataviados con sus camisetas. Blancas y violetas. Qué bien cuando una ciudad apuesta por su equipo, por amarlo y por defenderlo allá por donde va. Porque aunque muchos digan que solo es fútbol, no, es mucho más. Y lo que aporta estar en la Primera División del fútbol español, es mucho. Es un escaparate para el equipo y también para la propia ciudad.

El autobús, descapotable. Y la fiesta, increíble a la llegada a la Acera de Recoletos. No se veía la Plaza Colón. Los miles de aficionados llenaban, abarrotaban el lugar al grito de “Alé Pucela, alé” y también de “el escudo no se toca”, pero esa es otra historia, hoy tocaba disfrutar de lo conseguido.

El “Plata quédate” también sonaba. Él miraba a Ronaldo, que ha vivido dos días épicos seguidos con la Champions del Madrid, la 14ª, y el ascenso del que es su equipo, porque él puso la pasta.

Óscar Plano con su pequeño, Roque Mesa, el mejor jugador del equipo esta temporada, disfrutando con un Sergio León que ponía la broma y con un Álvaro Aguado que hacía de director de una orquesta afinada por el calor de la afición y también, por qué no decirlo, por esas “aguas con misterio” de las que les hablábamos un poquito más arriba.

Pucela vuelve a ser de Primera. El lugar del que nunca tiene que irse, por la historia del club y por la de una ciudad. La afición ha disfrutado en esta mágica jornada de martes, 30 de mayo, y lo hará también la próxima temporada en la máxima categoría del fútbol español.

 

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