“No puedo escribir una novela en la que el protagonista se llame José Mari o Pilar. La peculiaridad está en las palabras que se usan y cada nombre da un punto de extrañeza y misterio”. Más si cabe ante un mundo imaginario como Celama, donde habitan más de 400 personajes, todos ellos con “nombres singulares y lejos de la normalidad”. Y es que, cuando se construye con palabras un territorio personal a través de un mundo de invención son muy importantes los topónimos, los cuales “sólo podían ser verosímiles sin tenían esa singularidad”.

Así piensa el ganador del Premio Cervantes 2023, Luis Mateo Díez (Villablino, 1942), quien participó esta tarde en la primera jornada del ciclo ‘Conversaciones en la BNE', de la mano de Jesús Marchamalo, donde el leonés puso en valor la gran cantidad de territorios imaginarios en la historia de la Literatura. “Tenía cierta necesidad e inquietud. Me frustraba un poco no situar lo que quería escribir en espacios provinciales y empecé a comprometerme con el pequeño mundo en el que vivía”, que aprendió y apreció de cierta literatura italiana de posguerra, añadió.

El literato plasmó la necesidad de tener un mundo personal que posibilitara unas “denominaciones propias, geografía y demarcación provincial”, al usar mucho el título de la “provincia del hombre”, de ahí que naciera una comarca bajo el sobrenombre de Celama. Mateo Díez reconoció que comenzó a escribir de pequeño, pese a que era “un chaval mal estudiante y averiado, pero escritor”. Así, escribía “novelitas” vinculadas sobre la Casa Consistorial de Villablino, que era su mundo, al nacer y vivir allí, comentó.

“En la parte de debajo del Ayuntamiento, mi hermano dibujaba algo y se vendían, No dábamos abasto de hacer tantas copias. Tuve el triunfo y el éxito literario mucho antes del Cervantes, pero un éxito adobado con carantoñas”, señaló, al mismo tiempo que alertó de peligro de ese éxito, porque le condujo al vicio. “Como era ese niño raro, tenía adicciones terribles a las bolas de anís y fumaba un tabaco asqueroso de posguerra con el que nos pillábamos unas melopeas terribles”, recordó entre risas.

Una escritura que se vincula al “gusto por las palabras y a encontrar la precisa en cada momento”, dado que su padre era “muy palabrero” y le pegó esa afición vinculado al dialecto de la zona de Laciana. Es decir, una “capacidad exagerada de nombrar las cosas y detallar cada denominación”, porque ese interés por las palabras conlleva enseguida a la escritura que desembocó en Luis Mateos.

Entró en juego el desván de la Casa Consistorial de Villablino, con dos elementos que despertaron el afán escritor, de la mano de la oralidad y un determinado libro, ‘Corazón, Diario de un Niño’, de Amicis, que había sido requisado y que era un diario de enseñanza morales sobre un “cierto socialismo muy moralista con ejemplaridades maravillosas”. “Empecé a leerlo y fue la primera vez que derramé lágrimas literarias, pese a ser ese niño llorón. Lloras por emoción literaria”, dijo.

Reconocimiento

“Par mí, la escritura era una pasión desordenada, por lo que hubiera seguido escribiendo, aunque no publicase. Escribir ya no era un vicio, sino tenía otro sentido y se había impregnado en la vida; y vivir la vida en lo que cuentas como alimento y experiencia de la vida”, escenificó durante la jornada de conversaciones de la Biblioteca Nacional de España.

Aseguró que la tradición familiar era la municipalidad, pues hizo oposición de técnico general del ayuntamiento. “Es cierto que me sirvió para lograr un destino profesional y se compatibilizaba muy bien con la escritura, ya que nunca tuve la conciencia de ser un escritor profesional, aunque creo que es lo que está bien, porque el escritor debe vivir de lo que escribe. La experiencia municipal es muy interesante”, desgranó.

Así, apuntó que tras recibir la llamada que le anunciaba como ganador del Premio Cervantes 2023, sintió la sensación de un reconocimiento que aporta frutos tras llevar muchos años escribiendo y ser muy pesado e insistente. “No deja de ser una sorpresa que te puede dejar estupefacto o inquietar. Cuando me llamó el ministro estaba un poco ido y tardé un momento en ubicar la llamada, pero es una gran satisfacción y una buena noticia”, remarcó.

Sobre los protocolos y la solemnidad de la gala de entrega del premio, afirmó que irá como un “pincel”, y aseguró que es “muy cumplidor” y ha tenido un tiempo de formación familiar con tres valores esenciales, como son la “generosidad, discreción y sentido común, algo que no abundan actualmente por las alturas”. Así, aclaró que ya tiene el chaqué y el discurso, que mas o menos ha terminado para decirlo en una especie de púlpito. “Hay mucha pulpitación en mi existencia y me gustan los actos solemnes”, aseveró.

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