Tal vez porque es la enésima serie de época que se ha hecho en estos años, lo cierto es que costaba ponerse delante de una pantalla para ver La otra mirada. De nuevo, señores y señoritas vestidas con largos vestidos y con ganas de contar una historia. De hecho, la primera escena de esta serie te azota en la cara y casi confirma los malos pronóstico. 

Pero, de pronto, La otra mirada cambia por completo y se convierte en una ficción totalmente inesperada. Una vez la acción se traslada a Sevilla, algo que ocurre tras los cinco primeros minutos, la nueva serie de TVE se convierte en una serie delicada, bien tratada y, a la vez, con altas dosis de ingenio bien avenido. 

Puede resultar desternillante comparar La otra mirada con Física o Química. Y, sin embargo, tienen algo en común: entre sus filas hay una gran cantidad de talento joven llamado a convertirse en los nuevos actores del momento. Y, al estar tan bien dirigidos en este gran piloto, su actuación todavía brilla con mucha más fuerza. 

Ambas series cuentan con elementos que, a la par que distintos en cuanto a trama, son muy iguales en cuanto a organización dramática. El primer episodio empieza con un elemento explosivo que repercutirá directamente en lo que pase en los siguientes capítulos de la temporada. A partir de ahí, la serie se dividirá en dos claros arcos: la vida de los alumnos y la vida de las jóvenes estudiantes. Algo que también vimos en El internado, pero con elementos más sobrenaturales. 

Tras los cinco primeros minutos, se convierte en una serie delicada, bien tratada y con altas dosis de ingenio bien avenido

En tiempos en los que se ha buscado mucho grabar en exteriores, La otra mirada consigue que el escenario se convierta en un personaje más, como las series de antes. Como aquel Colegio Azcona de Compañeros, como aquel Crónica Global de Periodistas, o como el Laguna Negra de El internado. Y es que las estancias son muy reconocibles desde el primer momento de la serie, situando perfectamente al espectador dentro de la escuela de señoritas de la que se está hablando. 

Destacable por encima de todas las cosas está la interpretación, sublime se mire por donde se mire, de Patricia López Arnaiz. Tal vez porque no es una actriz trillada que hemos visto en tantas y tantas series de televisión. No cuenta con el tirón de un gran nombre, algo que se nota en su propia promoción mediática. Y, sin embargo, le da a la trama una mayor credibilidad. 

Lo mismo ocurre con el elenco más joven de la serie, muy desconocido a grandes rasgos y muy potente al mismo tiempo. Recuerda así a esas series adolescentes en las que conocimos a los actores al mismo tiempo que a sus personajes, convirtiéndose en grandes estrellas de la ficción y un gran reclamo en un mundo necesitado ahora mismo de nuevos nombres.

Puede que La otra mirada no haga mucho ruido en un principio. Y es que es una serie que podría triunfar a lo grande entre el público joven, cosa que se le pone muy cuesta arriba a TVE más allá de Operación triunfo. Una pena, pues puede que la cadena en la que se emite sea su mayor enemigo en estos momentos.