Durante décadas ha sido, y sigue siendo, una figura imprescindible de la televisión española. Segura, serena, con esa mezcla de autoridad y cercanía que pocas consiguen dominar.
Pero antes de convertirse en la 'reina de las mañanas', Ana Rosa Quintana (69 años) fue una joven periodista que temblaba frente a las cámaras, dudaba de sí misma y llegó a pensar que no podría soportar la presión de un plató.
En sus primeros pasos, nada hacía presagiar que aquella chica de madrugones eternos y voz firme acabaría siendo uno de los rostros más duraderos del periodismo televisivo.
"Yo siempre fui de radio", suele recordar. Su carrera comenzó en los setenta, entre micrófonos de Radio Nacional y los estudios de Intercontinental, donde aprendió el ritmo frenético de la actualidad y la magia del directo.
Esa experiencia le dio tablas, pero no la preparó del todo para lo que vendría. En 1980 debutó en televisión con 625 líneas, un programa dominical dedicado a la actualidad del medio.
Allí presentó la sección Páginas Musicales. Aquel pequeño espacio fue su primer contacto con las cámaras, un terreno que aún le resultaba desconocido.
"En la radio te equivocas y apenas se entera nadie; en televisión, lo ve todo el país", ha contado con humor.
En ese tiempo aprendió que la tele no perdonaba las dudas ni los silencios. Bastaba un segundo de despiste para quedarse en blanco ante millones de espectadores.
Todo dio un giro en 1982, cuando RTVE convocó un casting para presentar el Telediario. Ana Rosa se presentó sin grandes expectativas. "Pensé que no tenía ninguna posibilidad", ha confesado.
Sin embargo, su naturalidad y su capacidad para improvisar conquistaron al jurado. Contra pronóstico, fue elegida. Y ahí comenzó su verdadera prueba de fuego. Los primeros días fueron un torbellino.
La tensión, la responsabilidad y la sensación de estar bajo la lupa de todos la llevaron al límite.
Los primeros pasos de Ana Rosa
Fue entonces cuando vivió en carne propia lo que describe sin rodeos: "A los 26 años empecé a presentar el Telediario y perdí cuatro kilos en la primera semana".
Detrás de esa frase, casi anecdótica, se esconde el retrato de una redacción difícil y un ambiente competitivo donde las sonrisas escaseaban.
"No fue fácil. Había mucho silencio a mi alrededor. Nadie te felicita cuando eres nueva y llegas sin oposición. Aprendí a no derrumbarme", reconoció años más tarde.
Ese carácter forjado entre teletipos y tensiones fue su escuela más dura. Después de un año en el Telediario, decidió marcharse a Nueva York como corresponsal de COPE.
Regresó con más experiencia y con la certeza de que su destino, aunque la asustara, estaba frente a las cámaras.
En 1994 volvió a la televisión con Veredicto, su gran reinvención. De ahí, su camino fue imparable: Extra Rosa, Sabor a ti y finalmente El programa de Ana Rosa, el magacín matinal que lleva más de 17 años en antena y que ha marcado generaciones de espectadores.
Hoy, a sus 69 años, aquella joven que perdió cuatro kilos por los nervios del Telediario es sinónimo de estabilidad y liderazgo televisivo.
