Roberto Brasero ha logrado ganarse un lugar especial en las pequeñas pantallas de los espectadores gracias a su estilo claro, cercano y profesional. Como 'hombre del tiempo' en Antena 3, ha destacado por su capacidad para transmitir no solo la información meteorológica, sino también para conectar con la audiencia de forma única.
Nacido en Talavera de la Reina, Toledo, este personaje lleva más de dos décadas en el mundo de la comunicación, y desde hace diez años trabaja presentando el tiempo en diversos medios españoles. Ya sea a través de la radio o la televisión, lo cierto es que su forma de transmitir la información es rigurosa, profesional, campechana y bromista.
Aunque nació y creció en este municipio toledano, cursó sus estudios universitarios en la Universidad Complutense de Madrid, convirtiéndose en redactor informativo en Telemadrid con 27 años. Sin embargo, no sería hasta dos años después cuando dio el salto a presentador del tiempo en donde alcanzó una gran popularidad por su estilo tan característico.
Roberto Brasero es hoy uno de los personajes más queridos de la televisión y un auténtico referente en el ámbito meteorológico para los españoles; pero, su camino no ha sido siempre fácil. A lo largo de su vida ha enfrentado momentos duros como la pérdida de su padre, que han dejado huella en él.
A pesar de la fama, Brasero ha logrado mantener un equilibrio admirable entre su vida profesional y personal. Está casado con Beatriz Francisca Pardow Lorenzo, también periodista, y juntos tienen cuatro hijos: Marina, Nerea, Íñigo y Rocío.
Una arriesgada prueba
Hace unos años, Roberto Brasero fue invitado a El Desafío, donde participó en un divertido musical sobre la predicción meteorológica. Sin embargo, las cosas han cambiado. El pasado 10 de enero, Antena 3 estrenó la nueva temporada de uno de sus programas más populares, y el periodista se unió como concursante.
El meteorólogo se enfrentó a uno de los retos más extremos: recorrer un pasillo, envuelto en llamas, rodeado de globos que tenía que explotar al ritmo de una coreografía, hasta que acabara apagándose a sí mismo.