Que Sálvame se beneficia de los conflictos entre colaboradores y los explota en pantalla es algo que, después de 12 años de emisión, nadie puede negar. Esa es una de las señas de identidad del exitoso programa de Telecinco. Sin embargo, después de lo que se está viendo estos días, habría que preguntarse hasta qué punto es positivo para el formato favorecer cierto tipo de situaciones.

Desde el pasado viernes, Rafa Mora y Anabel Pantoja se han convertido en protagonistas por un duro enfrentamiento que ha hecho encallar todavía más, si cabe, su ya de por sí turbulenta relación. Una discusión entre ambos se ha acabado convirtiendo en un intercambio de reproches, con el perdón público de Anabel, y la disculpa seguida de excusas por parte de Rafa.

Afortunadamente, este lunes estaba presente Carlota Corredera en plató para transmitirle al valenciano lo que muchos espectadores estábamos clamando desde casa: "¡No nos tomes por tontos!". Y es que el extronista pretende hacer creer a Anabel, a sus compañeros y al mundo que no quiso ofender a nadie cuando imitó a Bernardo Pantoja con un despreciable gesto, haciendo referencia a su discapacidad física.

La actitud del colaborador, por desgracia, no es nueva. Y es que ya son demasiadas las veces en que Rafa ha mostrado una actitud chabacana e inaceptable hacia sus compañeros, mostrando su verdadera cara en los momentos de más tensión, siendo incapaz de seguir las normas del juego televisivo y de llevar las riendas del conflicto para que no se vaya de madre.

Resulta absolutamente desquiciante ver a un personaje como éste intentando cada minuto reafirmarse en su posición de azote de sus compañeros, creyéndose con la capacidad intelectual y moral de ejercer el papel de 'malote' sin salir perdiendo. Pero se equivoca.

Más de uno apostaría 100.000 euros -los mismos que él ha prometido pagar si se demuestra que ha vendido a Kiko Rivera- por la opción de que, si se repite la encuesta que el programa hizo en abril de 2020 para elegir entre Rafa Mora y Kiko Jiménez como colaborador, los porcentajes darían la vuelta y, en esta ocasión, el 80% del apoyo iría al novio de Sofía Suescun. Muy probablemente, no perderían el dinero.

Rafa Mora se ha convertido en el colaborador más insoportable del programa. Ya lo dijo Chelo García Cortés, con esas mismas palabras, hace unos meses, después de que el colaborador protagonizara un encontronazo con Nuria Marín. Y ese es otro de sus problemas: la total incapacidad para entender la jerarquía televisiva. No ha dudado en faltar al respeto a sus superiores y se viene arriba frente a ellos, sobre todo cuando son mujeres. Sirva como ejemplo la última bronca con Carlota Corredera.

El colaborador se ha propuesto claramente sacar de quicio a todo el que le lleve la contraria, convirtiéndose en una especie de Frankenstein de Kiko Matamoros, con una dosis extra de masculinidad tóxica, vulgaridad y soberbia. Y es que, por más que el ya no tan joven tertuliano haya querido lavar su imagen estudiando Periodismo e introduciendo términos cultos en sus discursos -a menudo mal empleados, por cierto-, su carácter de matón de discoteca sigue asomando cada vez que tiene algún conflicto.

Todo esto no es lo peor de la presencia de Rafa Mora en Sálvame, sino la desmemoria que el programa se empeña en aplicar a la biografía de este colaborador. Y es que cabe recordar que el valenciano estuvo vetado durante mucho tiempo en Telecinco por acusar a Pipi Estrada de pasar números de teléfonos de participantes de MYHYV a futbolistas con la complicidad de Miriam Sánchez, su pareja por aquel entonces.

Tras su despido, Rafa publicó un videoclip con el rapero Subze que, entre otras lindezas poéticas, decía lo siguiente: "Él llegó a Telecinco dispuesto a reírse en todas vuestras caras. Un chaval de barrio con confianza en sí mismo (…) Todos le critican, todos le imitan (…) Vuestra envidia crea mi fama". Ahora han pasado casi diez años, pero el colaborador parece seguir encerrado en aquel videoclip en cada una de sus apariciones televisivas.

Pero el aspecto más polémico de su pasado no tiene que ver con su coqueteo con la música urbana, sino con su posicionamiento ideológico. Y es que otro de los hechos que Mediaset ha borrado de su currículum es su supuesta cercanía con un grupo de extrema derecha, con cuyos miembros se vio al colaborador compartiendo una distendida comida.

Rafa nunca negó su amistad con José Luis Roberto, líder del partido fascista España 2000, aunque su expareja le defendió asegurando que su chico estuvo en la polémica comida porque le había invitado su jefe: "Él se fue a comer donde este hombre le llevó (...) qué tiene que ver que esté comiendo con un hombre para que sea de ese partido", dijo la joven.

El colofón llegaba cuando la chica aseguraba que Rafa "no es racista", apoyando su respuesta en que el valenciano tiene "amigos de todo tipo". Un argumento parecido ha usado estos días el colaborador para justificar su ataque a Bernardo Pantoja, afirmando que le tiene "cierto cariño" al hermano de la tonadillera, como si el cariño difuminara su infame imitación a una persona discapacitada.

Mientras tanto, Telecinco sigue mirando para otro lado y aupando la figura de un ser absolutamente incapacitado para respetar las reglas del juego. Quizás haya que esperar a que se produzca un rentable documental con sus 'víctimas' televisivas -incluidos los espectadores que no toleramos una figura así en un plató- para que la cadena se replantee su permanencia.