Opinión

La izquierda sigue enamorada de Robespierre

Cartel promocional del Guillotina Fest

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Desde que la izquierda se hace llamar izquierda, más o menos desde la Revolución francesa, Robespierre y la guillotina como entrante al que pensaba distinto, lo que no toleran en realidad es que exista la monarquía, menos si es parlamentaria y democrática, constitucional. Su elegancia les parece cosa de otro siglo y los que
siguen en el XVIII son realmente ellos.

De aquella Francia a esta España hay varios siglos de distancia temporal pero tan sólo un par de horas en avances intelectuales porque la izquierda sigue pensando igual. Si no les gusta Mariano Rajoy, tienen permitido bromear con su cuello ensangrentado y su cabeza rodando por los suelos. Pero no vaya usted a responder al ministro de Transportes en Twitter porque crea que el AVE va mal y es su responsabilidad:
se encontrará con un bloqueo y tendrá usted además que dar gracias al señor Puente por no exponer la captura en pleno Congreso de los Diputados con la bancada socialista soltando unas cuantas carcajadas.

La impunidad siempre es para ellos. Su libertad de expresión no tiene límites, y desde Podemos pueden desear con facilidad una "buena guillotina" para Felipe VI, tanto como Ione Belarra afirmar que desde su formación trabajan para que Leonor de Borbón nunca sea reina.

Que ojalá la madre de Abascal hubiera podido abortar, que Cifuentes es "una puta", que Ayuso está loca. Que Begoña Villacís es la reencarnación de Hitler y conviene tenderle una zancadilla aunque esté embarazada y puedan cargarse una vida en gestación.

Ahora desean despenalizar las injurias a la Corona, a los símbolos del Estado, a las creencias religiosas de los españoles y pronto los insultos si el insultado es de la derecha. Lo siguiente será aprobar una Ley Orgánica que obligue a los ciudadanos a aplaudir a Pedro Sánchez cada día a las ocho de la tarde, como en la
pandemia pero cambiando a los sanitarios por Pedro.

La derecha más inculta y menos leída (o sea, el 95% de la misma) no vislumbra aún que lo que les diferencia de la izquierda es el no ser zafios y seguir tratando a los demás con cierta educación, que es lo que sigue separando al hombre del perro aunque haya ya canes con más modales que algunos políticos (a la derecha y a
la izquierda).


Por eso se entiende que Abascal hable de colgar a Sánchez de los pies, porque a Abascal hay que tratarle casi como al niño pesado al que le compras regalices para que te deje en paz. Pero no se entiende que Feijóo siga tratando a Sánchez como Sánchez le trata a veces a él.

Pese a todo conviene mantener la compostura. De lo contrario sólo perjudican a sus propios intereses y siguen sin darse cuenta, pero en España pedirle cosas a la derecha es como pedirle a la izquierda que abandonen de una vez a Robespierre y el asunto de la guillotina: inútil, aquí y en Venezuela.