Opinión

Un señorito de Valladolid

El diputado del PSOE y exalcalde de Valladolid, ÓScar Puente, este viernes en el Congreso de los Diputados.

El diputado del PSOE y exalcalde de Valladolid, ÓScar Puente, este viernes en el Congreso de los Diputados. EFE

"Señorito significa la degeneración de Señor".
(José Antonio)

Se podría haber titulado Ha nacido una estrella. Quizá el factor local ha ganado. Lo que está claro es que la semana de la investidurá determinó la puesta de largo en Madrid de don Óscar Puente, opositando a ministro en la capital desde un estatus de "diputado nacional".

Semana inmejorable para Óscar: desde el martes hasta el viernes, nuestro antiguo alcalde ha brillado oficialmente en parlamentos y… fuera de ellos.

Y lo ha hecho a su estilo: echado p'alante, intimidando al mundo, con la legitimidad de superioridad moral que despliegan esos que se dicen de izquierdas, del "soe" mayormente. Así con el estilo chequista de un prohombre de la motorizada y escondiendo los complejos como decía Foxá, "con el rencor acumulado de siglos". Se plantó primero en los medios del congreso terminando la faena en tablas de Estaciones gritando "soy diputado nacional".

Sus 15 minutos de gloria confirman que deben ser apenas un prólogo para metas mayores. Puente gozó imitando a Leo Harlem pero esta vez en versión porno, con un monólogo sucio, más de bar underground, ofensivo, vulgar, de esos que provoca vergüenza ajena y que resulta doloroso siquiera volver a escuchar por bochorno. Pero ganó. Provocando la hilaridad en su bancada que gusta del humor fuerte. Óscar sabía que en Madrid había que ir de chulo de la peor clase, de Torrente de provincias, de paleto y chulería para competir con Patxi López por el macarrismo del puesto. El Templo de Babel, ya acostumbrado a las blasfemias en diferentes lenguas vernáculas, palidecía ante la grandeza de un discurso contemporáneo, pero impropio de alguien que se dirige nada más y nada menos que al representante de la lista más votada de las elecciones españolas, lo cual se merece cuanto menos, un respeto.

Pero no pasa nada. El primero que le felicitó, y ahí está su premio, fue la mano lacia de su jefe, devolviendo una montera que pesa oro. La imagen de Óscar felicitado, acariciado, alabado por su amo frente a un tendido pidiendo el rabo, es una estampa que se marca a fuego en la biografía.

No, no creas que a mí me preocupa Rajoy, Feijóo o como se llamen estos, Óscar. Yo voto a la CUP y a Bildu antes que votar al PP, para que cojas la idea. Pero lo que no aguanto es la visión de los bufones, de los rigolettos de la causa. A los estómagos agradecidos, en fin.

Pero en todo caso, enhorabuena. Te han visto todos por la tele y vienes a Pucela en tren de caballos reclamando escolta y anunciado a los cuatro gritos como "diputado nacional".

Con un par, Óscar. Porque siempre ha habido clases, ¿verdad?