Opinión

Blancanieves, el espejo mágico y las redes sociales

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¡Qué cabreo se cogió la malvada madrastra de Blancanieves cuando el espejo mágico cambió de opinión y le dijo que su joven hijastra, la princesa Blancanieves, era mil veces más hermosa que ella! Este cuento de Jacob Grimm y Wilhelm Grimm, los hermanos Grimm, tiene más de 200 años y se repite actualmente en la vida real de muchos usuarios de Internet.

En la década de los 90 del siglo pasado, la proliferación de Internet ayudó a que el ordenador se convirtiese en un electrodoméstico más. Somos seres sociales y la interacción entre las personas, incluso mucho antes de que Mark Zuckerberg inventase Facebook, siempre ha sido uno de los grandes atractivos de la red de redes.

En 1995 hacía su aparición mIRC, probablemente el cliente IRC más popular de la historia. IRC (Internet Relay Chat) es un protocolo de comunicación en tiempo real basado en texto, que permite conversaciones entre dos o más personas. Se diferencia de la mensajería instantánea (WhatsApp, Telegram, Signal, etc.) en que los usuarios no se conocen previamente entre si, ya que se encuentran en un canal y pueden charlar (chatear) sin ningún contacto previo.

En febrero de 2004, se lanza Facebook y nuestras vidas cambian para siempre. Y aunque las redes sociales en principio sólo pretendían conectar personas (o eso nos contaron), hay una innegable exposición pública. Con Facebook nació el escaparate que encandilaría a millones de personas en el mundo. Y como si del espejo mágico del cuento de los Grimm se tratase buscamos su aceptación a base de “me gusta”. Y nos enfadamos cuando otros obtienen mayor aceptación social que nosotros.
Para conseguir nuestro objetivo, sólo publicamos las cosas buenas de la vida. Hacemos comentarios como si fuésemos personas populares con millones de seguidores. Compartimos frases de otros (simples con poca enjundia) porque pensamos que nos hace mostrarnos profundos, y en cierto modo guays. Y usamos los filtros de belleza de nuestros móviles en las fotografías que publicamos para intentar engañar al espejo mágico y conseguir que nos diga que somos la más hermosa del lugar.

Y aunque probablemente hayas abandonado el artículo antes de llegar aquí, hacer todo lo anterior me parece legítimo. Cada uno busca en cualquiera de los aspectos de su vida lo que quiere, lo que le apetece, y mientras no sea ilegal no tengo nada que objetar. Aún así espero que no nos dejemos engañar por el falso reflejo de creernos quienes no somos. Que seamos nosotros los que controlamos a la tecnología, y no ella la que nos controle a nosotros. Que un intercambio de “likes” no es más que una cortesía. Que no perdamos la perspectiva, y que en el autobús, en el metro o en la cafetería levantemos la cabeza y disfrutemos de ver la vida pasar a nuestro alrededor. Seguro que nos sigue sorprendiendo.