Opinión

No sé si alguien desea miles de niñas de Basora españolas

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Leída la encuesta elaborada por SocioMétrica para este periódico con motivo de la opinión de los españoles sobre participación o no en Ucrania y, si como espero en mi estado de casi recién suscriptor, es verdad su condición de plural, libre, indomable, tuyo (es decir, también mío), aquí van estas líneas.

Tengo en la vaga memoria, a veces traicionera, un eco de haber escuchado al director de este medio, entonces en El Mundo, quizá en su momento o tal vez a posteriori, su disgusto ante la guerra contra el Irak de Sadam. Como  soy un bebé en técnica informática y estoy dirigiéndome a un diario digital, espero que se me disculpen posibles lagunas en este artículo y, que si se publica, sea ilustrado con aquella célebre foto de LA NIÑA DE BASORA con un pie descarnado tras un bombardeo de EEUU.

Pues bien, por ventura PEDRO J. afirmó al particular su repugnancia, su idea de que las cosas no deberían resolverse a cañonazos (mejor diré a “misilazos”). Algunos de sus amigos de entonces (no sé si también de ahora) le reprocharon flojedad, tibieza o algo similar.

¿Qué ha cambiado hoy para que en este diario él y otros sean favorables a la presencia armada de España en la guerra de Ucrania?

La encuesta citada al principio da una alta proporción de españoles partidarios de entrar en combate contra LA RUSIA DE PUTIN. Es mejor que los lectores vayan a la información de EL ESPAÑOL y vean cómo se distribuyen los porcentajes según partidos y otras consideraciones. A mí me ha producido un temblor este ardor guerrero.

Me hace recordar las alegrías del comienzo de nuestra guerra civil. El inicial entusiasmo en el bando republicano, aquellas idas y venidas en el día, unos a la Sierra y otros a Toledo, para echar unos tiros o dar un vistazo y volver a los Cafés de la Gran Vía y aledaños.  Era la fiesta de la guerra. A mis padres oí contar cómo mis abuelas y bisabuelas tenían que salir a buscar a hijos y nietos que se habían ido al frente casi adolescentes, con el entusiasmo de quienes acuden a una verbena, a frenar a los “txapelgorris” (boinas rojas, requetés) en su avance hacia Bizkaia (antes “Vizcaya”).

Al hilo: España debe ayudar todo lo que pueda, pero no debe enviar ni un soldado y menos entrar en combate. El título de este artículo alude a que si España lo hiciera, tendríamos miles de NIÑAS DE BASORA ESPAÑOLAS, pues seríamos carne de cañón para los misiles rusos en el muy hipotético caso de que la guerra se alargara.

Sí tenemos que acoger a LAS NIÑAS (y niños, claro) DE BASORA UCRANIANAS que precisen atención médica. Y, en general, a cuantas personas la necesiten. Y ofrecer al pueblo de Ucrania todo tipo de ayuda… excepto la militar. Como en casi todo, el común de la gente no conocemos los verdaderos entresijos de este conflicto. Vemos unas caras y escuchamos unas palabras (PUTIN, ZELENSKI, BIDEN, etc.), pero sin saber quiénes se las insuflan ocultos tras el escenario.

No conozco ucranianos, pero sí bastantes georgianos, sobretodo mujeres, que trabajan dura y decentemente en España, y estos días me he hecho cargo de la preocupación que los inunda. Ya les hizo Putin dos rotos hace unos años, aunque he tratado de tranquilizar a mis amistades georgianas: el mandamás de allí, multimillonario, es amiguete de VLADIMIR. Pero siguen inquietas, por la posibilidad de la peor de las guerras: la (in)civil.