Opinión

La muerte

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De nuevo la muerte la pulsión de muerte preside nuestras vidas, lo llena todo, paraliza nuestra existencia y descubre nuestra cobardía.

De nuevo la muerte la pulsión de muerte preside nuestras vidas, destapa, desenmascara, desvela, desnuda el horror del poder y el humano queda en pelele que modela y usa la demencia del tirano.

De nuevo la muerte la pulsión de la muerte domina nuestras vidas y nos muestra la faceta más abyecta del tirano, al que nadie embrida y que campea a sus anchas por el campo de batalla.

De nuevo los ricos y pobres, los políticos progresistas y conservadores, los ecologistas y  feministas, los animalistas y los preocupados por Gaia y por la inclusión de la diversidad callan, y sólo los compatriotas de los que mueren que habitan fuera, alientan, en un primer momento, las manifestaciones de repulsa ciudadana.
De nuevo se entonan eslóganes de paz, y los periodistas hablan y hablan como cotorras, los creyentes encienden velas en los altares, y los laicos en las calles, y algunos que recuperan su fe oxidada incluso rezan, mientras nuestros políticos se escudan en la propuesta del diálogo como bálsamo de fierabrás, que todo cura pero que a nadie salva.

De nuevo se pone de manifiesto que hemos olvidado, en las sociedades acomodadas la preparación para la guerra, y consentimos que nuestro miedo, nuestros temores, y nuestros perjuicios de pusilánimes encomienden nuestra defensa a pequeños ejércitos de profesionales con medios obsoletos.

De nuevo nos asombramos por lo que ocurre y nos llevamos cínicamente las manos a la cabeza y los políticos hacen declaraciones ahuecadas carentes del valor que exige el momento para enfrentarse al mal, pero claro esto políticamente no es correcto.

De nuevo asistimos, en las horas de más audiencia, a la extinción de los inocentes al derrumbe, destrozo y demolición de la ciudad y observamos impasibles las caras del horror de los que se esconden bajo tierra, o del llanto, crujir de dientes y desesperación de los que huyen de la masacre, porque eso sí los telediarios y los periódicos encabezan sus titulares con las noticias de la guerra, porque mediáticamente vende.

De nuevo sesudos analistas e investigadores desvelan el pensamiento profundo de un prepotente como Putin, y desarrollan sus tesis sobre la finalidad de sus actos, y los historiadores recuerdan y repasan el origen de la Unión Soviética, y la naturaleza del comunismo donde surgen los canallas.

De nuevo constatamos que las organizaciones internacionales que creamos con el fin de superar las guerras y resolver los conflictos de manera pacífica no sirven para nada, pues ya en su creación les dotamos de los medios de su bloqueo y neutralización.

De nuevo se mata por la locura y la ambición de los déspotas sin freno, de los dictadores, de los que siguen soñando en reconstruir imperios y son incapaces de gestionar, en positivo para sus pueblos, el día a día.

De nuevo se obliga, se encuadra, se envía y se ordena a inocentes asilvestrados a matar a otros inocentes, y el homo demens sustituye al homo sapiens.

De nuevo se demuestra que la humanidad retrocede al siglo XX, y se intenta emular todo un ejemplo del avance de la letalidad en el ejercicio de las guerras, de las masacres masivas de población pues el virus, a la postre, aunque se llevó vidas no resultó ser tan mortal, por culpa de los avances de la ciencia, y ahora las armas vuelven a disputarle su primacía.

De nuevo asistimos impávidos, inmóviles, paralizados por el terror y por nuestra falta de valentía al espectáculo de la guerra, a la escenificación de la destrucción por la ciencia más avanzada, que siempre ha sido, la industria de las armas.

De nuevo acogeremos millones de refugiados, salvados por sus propios medios  del horror, que llenaran nuestras sociedades del bienestar con una mota más de diversidad, con una lengua más, con una cultura más, con una desconfianza más, pues tendrán muy presente, que estas personas, tan solidarias y humanas, fueron incapaces de ayudarles en las horas de la adversidad.

De nuevo se pondrá de manifiesto que hoy, en nuestras sociedades, pretendidamente avanzadas, nadie está dispuesto a jugarse la vida por los demás, para erradicar el mal, por lo que el mal carece de freno.

De nuevo el gas, la gasolina, la electricidad y nuestros alimentos se encarecerán gracias a la especulación que por la contienda promueven los proveedores, y pagaremos el óvolo de la guerra con resignación de rebaño.
De nuevo la pulsión de la muerte guiará nuestras vidas y nos retratará en nuestra pequeñez, en nuestra podredumbre, en nuestro hedor de sociedad enferma, y en nuestra incapacidad para defender heroicamente y atacar a aquellos que violan el derecho a la vida.
De nuevo la muerte la pulsión de muerte preside nuestras vidas y escondemos la cabeza en la arena de nuestra vergüenza, pues la muerte de los demás no nos concierne, pero la muerte la pulsión de muerte desenmascara y descubre nuestra enorme cobardía.