Opinión

Madrid es una fiesta

Benzema y Modric se abrazan sobre el césped del Santiago Bernabéu

Benzema y Modric se abrazan sobre el césped del Santiago Bernabéu EFE

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Sí, las cosas no pintaban bien para el Madrid. Las casas de apuestas lo sabían. También el periodismo deportivo. Y los hinchas, por supuesto. Se avecinaba una debacle.

No jugaba Casemiro, Kroos llegaba tocado, Nacho debía llenar un hueco en la defensa y Hazard, bueno, ya es cuento viejo, Hazard se quedó en Inglaterra.

Además, para el Madrid, pesaba el 1-0. No tanto por el resultado, que a todas luces era remontable, sino porque eso, el resultado, era lo único de lo que se podía sacar pecho. Y es que, en el partido de ida, Mbapeé, Messi & compañía habían pasado por encima de el Madrid. Lo habían maniatado, sometido.     

Por el contrario, todo, como en la época de Hemingway, en París era una fiesta. Tanto que, después del enfrentamiento en el Parque de los Príncipes, el viaje a la capital española tenía visos de un mero tramite. Igual que firmar un poder en una notaria. Un engorroso e ineludible requisito antes de seguir escalando posiciones. Fin. 

Y lo más paradójico de todo es que, ya en el Bernabéu, hacia esa dirección apuntaba el libro de los hechos. La práctica, en un momento dado, parecía, y con creces, validar la teoría. Para el PSG enfrentar a los merengues era un simple tramite. Un tramite que gracias a Mbapeé, que en el minuto 39, amagando a abrir el pie, tiró al palo de Courtois y decretó el 0-1, se hacía todavía más sencillo. Porque con una diferencia de dos en el global, a falta de menos de tres cuartos de hora, remontar, para El Madrid, ahora sí era una utopía. Algo que se sueña, se desea, pero que, de plano, es imposible.

Sin embargo, cuando la esperanza parecía agonizar, algo sucedió. ¿Magia?, quizá. ¿Inspiración?, de pronto. ¿O amor propio?, muy posiblemente.

Era el minuto 60, Donnarumma, en una jugada que no revestía peligro, recibe el balón para jugarlo con los pies, pero se demora. Benzema, que estaba al acecho, lo ataca, lo encima, lo enviste. El italiano se asusta. No sabe qué hacer, pero, como puede, rechaza. El balón llega a pies de Vinícius, sobre la raya sin ángulo. Entonces, Benzema, olfateando la sangre, se retrasa un par de metros. Se ubica de cara a la portería. Donnarumma intenta corregir la posición, pero nada. Gol. Era el 1-1. Y lo mejor apenas estaba por venir.

¡La fiesta! Porque, si ayer Paris era una fiesta, hoy, gracias al talento de Modric, al olfato de Benzema, al arrojo de Vinícius, a la entrega de Nacho, al pundonor de..., hoy Madrid es una fiesta.