Opinión

Los motivos del lobo Putin

El presidente ruso, Vladimir Putin.

El presidente ruso, Vladimir Putin.

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Ya llegaron, antes de lo que esperaba, los que presentan a Putin como el lobo de Francisco:

"Y así, me apalearon y me echaron fuera
y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente"

Para ellos, Putin es un patriota que cumple con su deber enfrentándose a los que ponen en riesgo la unidad y la seguridad del Estado Ruso. No les importa que sea un liberticida que encarcela a los opositores, lo admiran por fuerte, por ser un hombre de Estado.

Entienden a Putin porque sienten nostalgia por lo que fue la Unión Soviética. Un estado inmenso, unido, fortísimo, irreductible, irremplazable. Que estuviera bajo las botas de asesinos y ladrones, es lo de menos, lo importante para ellos es que fuera fuerte.

Los que justifican a Putin son como los que en los patios de los colegios admiran al matón que desde su fuerza no permite que se ponga en duda que la pelota es suya. O al portero de discoteca que solo deja entrar a los que reconocen su autoridad.

Pero los ucranianos, con su valor y aunque pierdan la guerra, nos han demostrado que pasó el tiempo de los cobardes que no dudan en arrodillarse ante los matones. Putin no podrá quedarse mucho tiempo en su nación.

Insistirán en justificar su barbarie, pero los que no renuncien a tan descomunal vergüenza, saben que un Estado sin libertad no será nunca una nación, jamás una patria, será lo que es la Rusia de Putin, un cuartel dentro de una cárcel.

Hitler, Castro, Franco… como Putin, también querían un estado fuerte, pero no para el bienestar de sus víctimas, para que nadie pudiera llamar a la puerta del búnker en el que se escondieron. No fueron más que liberticidas, matones de patio de colegio. Todo menos patriotas.

Sí, se equivocó Fukuyama, la historia continúa, pero, aunque lo intenten, no encontrarán mucho espacio los que justifican las guerras de los que como Putin se esconden bajo la bandera que antes bañaron con la sangre de sus víctimas.