Opinión

Soberbia y narcisismo rigen nuestra política

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la cumbre con la Unión Africana este viernes en Bruselas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la cumbre con la Unión Africana este viernes en Bruselas

  1. Opinión
  2. Blog del suscriptor

Dos días después de ser convalidado en el Congreso el decreto por el que se establecía la obligatoriedad del uso de mascarillas en exteriores, escribí a algunos periódicos una "carta al director" del  siguiente tenor literal:

"Pedro Sánchez ha logrado validar el último decreto de las mascarillas merced a un chantaje-trampa de una desvergüenza típica en él, pese a que todos sabemos ya que la eficacia de los tapabocas en exteriores es prácticamente nula; y de hecho casi ningún país europeo mantiene esa medida. Pero el empeño de Pedro Sánchez, cuyas trapacerías envidiarían hasta los más fulleros tahúres del Misisipi, no se debe a un exceso de celo, a guardarse las espaldas ni a prurito alguno de preservar nuestra salud, sino a su orgullo. Este sujeto es bien capaz, y cabe apostar a que lo hará, de disponer el fin de las mascarillas dentro de cinco o diez días; la coherencia le da igual. Lo único que le importa es que quede claro que a él nadie le tira por tierra un decreto. ¡Faltaría más! Así de soberbio es".

Ninguno de los diarios a los que envié esta carta la estimó digna de ser publicada, lo cual es una lástima porque, honestamente, acerté de lleno; y aún me quedé corto al hablar de "cinco o diez días", pues dos fechas más tarde salía en todos los medios la noticia de que la mascarilla dejará de ser obligatoria el 8 de febrero; antes quizá de que se publique este mismo artículo.

Espero, no obstante, no estar pecando de inmodestia al llamar la atención sobre el acierto de mi pronóstico, porque la verdad es que no resulta nada difícil predecir el comportamiento del señor Pérez-Castejón para cualquiera que conozca su personalidad sociopática.

Al igual que nada sucede en el universo sin una causa previa, toda conducta humana tiene detrás algún tipo de motivación. Leyendo y oyendo sobre la reciente noticia del inminente fin (eso sí: no definitivo) de las mascarillas en exteriores, veo que algunos periodistas y analistas especulan, desconcertados, sobre las posibles razones que hayan movido al Gobierno a dar ese paso justo después de que Sánchez recurriese a la más zafia marrullería para conseguir justo lo contrario: algunos hablan de descoordinación del ejecutivo, otros de improvisación ministerial, otros de cortinas de humo, otros de falta de criterios sanitarios...

A mí, en cambio, el asunto me parece bastante más sencillo de interpretar simplemente teniendo en cuenta el carácter de quien nos desgobierna: se trata de un hombre cuyas acciones sólo obedecen a dos tipos de motivaciones: las derivadas de su desmedida soberbia, o las derivadas de su patológico narcisismo. Algún amigo, por cierto, me ha sugerido un tercer rasgo determinante de su carácter: vengativo. Cierto es, aunque quizá la venganza sea indisociable de la soberbia, ya que, así como es posible concebir que una persona sea rencorosa pero no orgullosa, me resulta más difícil imaginar el caso inverso: soberbia pero no vengativa. Mas no discutiré tales apreciaciones menores.

Lo que me parece indudable, a partir de cómo se han desarrollado estos aparentemente contradictorios acontecimientos, es que la explicación más fácil (y por tanto la más probable) se encuentra en la propia personalidad de nuestro actual presidente: para él habría sido humillante que el Congreso hubiera dado al traste con su decreto, y la humillación es algo que su ego no puede tolerar. Si hay que acabar con las mascarillas dos días más tarde, pues se acaba. La incongruencia a él no importa. Lo esencial es salirse siempre con la suya, independientemente de que "la suya" sea buena, regular, o mala para los españoles.

Soberbia y narcisismo: he aquí la única clave para interpretar o incluso predecir la conducta del okupa de La Moncloa.