Opinión

El reloj de arena

.

.

  1. Opinión
  2. Blog del suscriptor

El tiempo medido en arena cayendo hacia abajo. Casi así podemos saber qué es el tiempo, al sustanciarlo en materia amarilla, deslizándose hacia abajo, llenando la parte inferior y vaciando la parte superior del reloj de arena. Pues el tiempo no es retenible. No somos tiempo, la existencia se da por hecho si se está vivo, sucedemos en el tiempo. Así, la vida se escapa sin darnos apenas cuenta, fluye como la arena.

En una vida caben muchas vivencias, que suceden en un instante presente y se repiten en los procesos imaginativos en nuestra mente, pues recordar es imaginar. También sucedemos en el futuro. El futuro existe en nuestro tiempo presente cuando anhelamos o tememos aquello que pudiera suceder. Pero el tiempo presente es un fotograma del reloj de arena, imposible de distinguir por nuestra psiquis, pues cuando lo pensamos ya es pasado.

La vejez, no todos llegamos a viejos, me parece una palabra bonita. Las arrugas en la cara marcan el tiempo vivido, deshacerse de ellas con cirugía no nos devuelve el tiempo, simplemente se cambia la piel como la de un camaleón que tal vez siga con su lengua cazando moscas.

El olvido. Es frecuente escuchar “no podemos olvidar pues al olvidar perdemos parte de lo que fuimos”. El olvido, sin el olvido no se puede vivir, es necesario. Nuestro propio cerebro olvida, los procesos de melancolía son recreaciones pensadas, una marcha hacia atrás del tiempo vivido, pero hay que hacer el esfuerzo de imaginar aquel suceso que ahora nos lleva a la tristeza. Pero el movimiento de la arena lleva al cristal trasparente, a lo que ya no existe.

Sin el olvido no se podría vivir, sin saber que el resto de arena que queda en la parte de arriba del reloj no se pudiera llenar de nuevos proyectos e ilusiones. Nuestra memoria no es una cinta cinematográfica. Un trauma, que venga alguien y cuente que nunca tuvo uno, esa imagen presente del pasado, machacona, cansina, no debe parar la arena que aún no ha caído.

Se llega a olvidar cuando uno es consciente de que la parte de arriba de la arena disminuye, porque cae hacia abajo, hacia el pasado, dejando el hueco vivido. El olvido.