Opinión

Messi y Maradona

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. Reuters

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Si alguna frase me saca de quicio es la de que "a Messi el fútbol le debe algo". Dogma propugnado por los gilis permanentes que además de falsos son cursis. A Messi, grandísimo y genial jugador, el fútbol le ha dado mucho, no todo, pero casi. Y por supuesto bien merecido.

Porque la segunda frasecita que ya me rompe el ánimo es aquella de que ''mira cuánto cobran los jugadores cuando hay mucha gente muriéndose de hambre". Esta cuota ya me hace levantar de la mesa si no fuera porque estoy muy pulido. El jugador de fútbol, como cualquier currante, debería ganar una proporción justa de la riqueza que genera. Esto no es marxismo, sino Tomismo. Y lo que genera Messi no es siquiera calculable y menos repartible -no sean hipócritas- por las esquinas del tercer mundo. O sea que Messi tiene, tanto en lo deportivo como en lo económico, ni más ni menos de lo que se merece.

Dicho esto, me gustaría enfatizar lo del tema deportivo. Messi lo ha ganado todo en el fútbol menos con su selección... hasta este año. Y no porque "el fútbol le deba algo", sino porque por fin se lo ha ganado. Miren, casualmente no ha pasado un año del fallecimiento de Diego Armando Maradona. Ese dios palizas, con la mano larga, carisma imponente, ebrio de coca y presencia intimidante siempre. Un papá Onassis cuyo imperio sirve a un ego y liquida de pena y hastío a su descencia. Pero los padres superegos también mueren. Felizmente mueren. Y dejan a hijos, agarrotados desde el complejo, romper cadenas para por fin ser ellos. Si hay suerte.

Ni me cae bien Messi, ni los clubes en que milita. Pero soy consciente de que es el mejor y me alegro mucho a nivel personal de la victoria de Argentina, por lo que implica para él y su tierra. Se murió el Gran Diego y será recordado por el fútbol porque se lo ha ganado con creces. Y creo que Messi ahora también. No es lo mismo jugar con la presencia de un padre mítico y borracho en la grada, que con un recuerdo al que se puede rezar, que no es otra cosa que ponerle en su sitio.

Enhorabuena, Lionel, has matado a un padre genial y es tiempo de ganar, si puedes. Entonces no será el fútbol, sino tú mismo, el que recoja aquello que supuestamente mereces.