Opinión

La margarita de Escrivá

José Luis Escrivá.

José Luis Escrivá. Europa Press

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Tras muchos meses de globos sonda y de someter al respetable al ritmo del cómitre mediático sobre la reforma de las pensiones, ¡por fin!, el ministro Escrivá ha presentado la primera entrega del acuerdo, a la cual le seguirán otras dos.

Sin embargo, el Sr. Escrivá sigue deshojando la margarita, y tan pronto hoy dice sí, como mañana no (“No fue mi mejor día, eran unas reflexiones en voz alta”). Y pasado repite con reiterada insistencia sus reflexiones en voz alta.

Tanto esperar para nada. Lo que sí sabemos, es que los llamados “baby boomers” (los nacidos desde finales de los 50 hasta mitades de los 70) van a tener que arrimar el hombro. Y no parece ético cambiar una vez más las reglas de juego cuando estamos en el descuento para pitar la prórroga.

Los medios poco a poco han ido desgranando la letra pequeña de esta primera parte y lejos de ahorrar con esta reforma, de entrada, obligará a subir en 5.503 millones el gasto público en pensiones para el año que viene. No hay que olvidar que de esta reforma dependen 11.000 millones de los famosos fondos europeos.

No es la primera vez y no será la última que hablamos de las pensiones. Es un tema complejo y por ello habría que trocearlo para resolverlo. Lo primero, separar las pensiones contributivas de las no contributivas. Y sacar estas últimas de la famosa hucha de la Seguridad Social.

Si nos referimos a una pensión contributiva justa y digna, será justa en tanto en cuanto al pensionista se la pague en función de lo cotizado. Y aquí tropezamos con un pequeño problema histórico, los que llevamos años trabajando sabemos de conocidos y allegados que cobraban una parte de su salario en sobre, y no cotizaban por ello. Estas personas no pueden quejarse si su pensión, ahora, no es “buena”.

Igual aquellas que con el cambio de años cotizados fiaban el hacerlo por la máxima al final de su vida laboral y ahora, al contar más años para el cálculo no les gusta la que les va a quedar. Lo que no es justo es que los que han cotizado siempre religiosamente (ellos y las empresas donde estaban, algunos teniendo que pelear esas cotizaciones con la empresa) ahora se les quiera hacer pasar por el agujero.

Tampoco las personas que se jubilan, tras una larga vida laboral de más de 35 años cotizados, no tienen la culpa de que haya aumentado la esperanza de vida, y el ministro que se dice progresista y de izquierdas utilice el argumento economicista de que van a recibir más de lo que han aportado, cuando desde los años 80 ningún gobierno ha querido separar las pensiones contributivas de las no y arreglar las segundas (las no contributivas) vía otras formas de financiación. Como tampoco siguen sin querer suprimir los privilegios en materia de pensiones que ustedes los políticos poseen.

Un ministro “progresista” debiera distinguir entre la distribución de la riqueza y la de la renta. El problema es que el sueldo medio de una persona en Navarra es de 26.364 euros brutos al año (dato publicado en marzo 2021) y el sueldo medio en la administración foral ronda los 39.000 euros brutos al año (dato publicado en enero 2021).

Como el sueldo de los trabajadores de la administración sale de los impuestos a las empresas y el sueldo de los trabajadores de esas empresas sale de su productividad. Ya se ve que el problema de la distribución de la riqueza se queda pequeño frente al problema de la distribución de la renta. En donde los que ponen el esfuerzo son los trabajadores del sector privado para que el resto gane más. Y además, en el caso de los trabajadores de las pocas empresas punteras tienen que aguantar oír que ellos ganan mucho.

Para resolver el problema de las pensiones lo que hay que conseguir es generar puestos de trabajo en el sector privado y que estos tengan mejor sueldo. Aumentar la productividad de muchos funcionarios, contratados y asesores a dedo de las múltiples administraciones. Sin olvidarnos de la eficiencia de los políticos.

Puede que él deshoje de la margarita convenza a sus acérrimos votantes secuestrados y le aplaudan con las orejas. Y se lo traguen las generaciones X, Y, Z.

Los nacidos en el “baby boom” somos más de 13 millones, los suficientes para que, organizados, sacásemos mayoría, por goleada, en unas elecciones. Además, nos crecieron los dientes escuchando a Bob Dylan y sus respuestas en el viento, a Joan Báez con el no nos moverán y a Patti Smith con el pueblo tiene el poder. Vimos salir y/o contribuimos de alguna manera a que este país, España, pasara de la gris autarquía al color y despilfarro del 92, acumulamos cicatrices como crisis superadas, empresas cerradas, contratos finiquitados, debiera respetarnos.