Opinión

Sitiados un año después

Hospital Isabel Zendal.

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Empleando el lenguaje bélico y belicista que el gobierno nos ha dejado para hablar de la pandemia, hay que recordar que las guerras duran años, que suelen tener distintos frentes, a veces prácticamente inamovibles durante largo tiempo, que hay diversas campañas y que las batallas pueden llegar a ser de meses.

Estamos a punto de iniciar el segundo año, y en el frente principal tras la tercera ola parece que recuperamos la situación previa a la Navidad, y aunque hay compañeros de estudios que anuncian y nos previenen de que la cuarta se acerca inexorable, como en el cerco de Stalingrado, nuestro invisible enemigo sigue a las puertas.

Sabedores de esta realidad es sorprendente como muchas voces hablan de salvar el puente de San José, la Semana Santa o las fiestas locales. Pero la cosa no va de salvar tal o cual festividad, sino de salvarnos nosotros, y cuanto más mejor, para que se pueda celebrar algo.

Antes la caída de un avión se convertía duelo nacional, y ahora se nos descarrilan varios trenes diariamente en las UCI por el coronavirus y estamos insensibilizados.

En el frente de la vacuna, tras la loca carrera por lograrlas, ha comenzado la segunda fase y a pesar de tener un plan super estudiado, la realidad nos descubre que sobre el mapa el asalto a la trinchera enemiga es fácil, pero cuando hay que lanzarlo resulta que la intendencia no se ha planificado, y el abastecimiento de munición (vacunas) llega con retraso y con cuentagotas y eso que han surgido nuevos proveedores aprobados (AstraZeneca y Janssen) y otros más están ya en fase de pruebas.

Sin embargo, hemos asistido a las miserias típicas que suceden en toda situación de asedio. De un lado quienes tienen las provisiones especulan y buscan sacar más beneficio y la letra pequeña de los contratos o no se ha sabido redactar convenientemente o parece que sólo afecta a los de siempre.

Hace unos meses, casi todos decíamos que mejor ser vacunados los últimos y ahora al grito de moco verde el último, ha habido un momento en el que la lista de espabilados que se colaban era casi mayor que la lista de personas a las que les correspondía ser vacunadas. Se ha buscado conscientemente y sacado provecho personal y el escuchar las peregrinas razones esgrimidas para ello hubiera sido causa de risa si no fuera porque la lista de fallecidos por la pandemia no ha parado de aumentar y sigue sin cuadrar.

De nada servía no darles la segunda dosis, pero estas conductas debieran ser sancionadas no con una multa sino con la inhabilitación de por vida en sus respectivas cargos y funciones, siendo degradados y relegados al ostracismo ya sean “cargas” publicas, funcionarios, militares o clérigos.

Ahora todos buscamos las noticias de cuándo y con cuál de las vacunas seremos vacunados y hasta nos ponemos exquisitos para elegir.

Se nos olvida que el problema es global, mundial y que para erradicar el coronavirus totalmente hay que lograr la vacunación de miles de millones de personas. De lo contrario pasaremos de ser protagonistas de Contagio (2011), a ser protagonistas de Elysium (2013), lo que no parece una solución muy ética. También sabemos que la pandemia tiene un mayor impacto en las personas con menos recursos que viven en las ciudades, entre 1,5 y 3 veces más riesgo de contagio, hospitalización y mortalidad.

Mientras en el frente de buscar tratamientos para sanar y recuperar a los afectados por el dichoso coronavirus también empiezan a verse algunos progresos, pero en esta línea la investigación no ha sido tan impulsada como en el caso de las vacunas.

A pesar de las luces se constata que la velocidad de vacunación es lenta, que nuestros políticos, salvo alguna excepción, están más preocupados en que los sondeos y encuestas varias, incluido el CIS de Tezanos, sean favorables a sus intereses. El ejemplo no cunde entre ellos, y mientras los ciudadanos sufrimos ERTES y ERES, ellos se han subido el sueldo y siguen cobrando el 100% pero no vemos la eficacia en su trabajo.

Lo que sí vemos es que algunos son multipolares y no saben si están en el gobierno, en la oposición o en la oposición extraparlamentaria. Sobre todo, nos llama la atención la inflación galopante en el número de asesores gubernamentales y sus abultados sueldos e intuimos que todos ellos (ministros, consejeros autonómicos y asesores) no dejan el sillón pues han alcanzado el principio de Peter y no encontrarán un puesto mejor.

Tras la campaña sanitaria vendrá la campaña económica y nuestros estrategas parecen no tenerlo claro, salvo que se han guardo el comodín de decisión para dar a que proyectos las famosas ayudas. Viendo cómo funcionan rezaremos a Santa Bárbara para que nos libre de las balas de los nuestros que de las del enemigo nos libraremos nosotros.

Tan sólo nos queda acogernos al lema de quien resiste gana, pues desde la retaguardia, no hay muchas más opciones. Y en eso los españolitos, por desgracia, tenemos el callo hecho (Episodios Nacionales: Zaragoza, Gerona).