No cabe duda que cuando se tiene que juzgar a imputados políticos, los adversarios se frotan las manos porque saben que van a sacar rédito y aprovechan todo aquello que pueda beneficiarles.
Hoy le toca al PP con el caso Bárcenas.
Resulta sospechoso, cuando menos, que justo a pocos días de las elecciones catalanas salte a la palestra el citado caso.
Hace muy bien Pablo Casado en intentar marcar distancia, pero me temo que no es suficiente.
La corrupción en el PP del pasado fue el determinante de que hoy esté el gobierno Frankenstein pilotado por Sanchez, que nos está llevando por caminos muy sinuosos.
Si Pablo Casado no da un golpe sobre la mesa le va a ser muy difícil en el futuro aspirar a la Moncloa.
A mi juicio, debería ordenar de inmediato un cambio de sede, nombre de partido y a renglón seguido una auditoría independiente sobre las cuentas actuales de la formación.
Sólo así fulminará de inmediato la pesada carga que le asignan injustamente y podrá al fin dedicarse a afianzar ese centro derecha tan necesario hoy en nuestro país.
No le van a dejar en paz. Debería pensar algo rápido y taxativo.
Lo expuesto anteriormente le puede servir de referencia.