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El trabajo

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Celebrando mi 41º cumpleaños, en la comida en casa, seis personas, ajunstándonos escrupulosamente a las restricciones de la pandemia que estamos sufriendo en estas fechas, ya al final de la misma, recogiendo, surgió el debate: ¿es voluntario el trabajo? Mi postura es que sí, y es lo que voy a tratar de exponer en las siguientes líneas.

Vaya por delante que no quiero convencer a nadie y que supongo que la mayoría dirá que “por supuesto que no, que el trabajo es una obligación porque es como el comer, si no trabajas te mueres de hambre”.

Efectivamente, trabajar te permite ingresar un sueldo con el que compras comida y calidad de vida y la sociedad en la que vivimos te “obliga” a ello, pero mi punto de vista es que no es obligatorio ‘per se’, nadie te pone una pistola para madrugar e ir a trabajar.

No vivimos en una dictadura o en una cárcel con horarios fijos; nos auto-imponemos esas obligaciones, si queremos ser productivos para el Estado en el que vivimos, debemos trabajar. Pero, ¿es antes la libertad individual o el Estado?

Creo firmemente que el individuo es primero, y el conjunto de personas conforman esa Nación y como tal se organizan en Estado. Posteriormente para vivir en sociedad, debemos trabajar, pero si un conjunto de individuos no quisieran este tipo de sociedad serían libres de formar otra que no fuera este modelo de Estado que tenemos.

Por supuesto que quizá ese ‘nuevo’ concepto de organización, llamémosle por ahora “Nestado” tendría otras reglas, desconocidas, pero por tener estos individuos la posibilidad de salirse del viejo Estado y formar un Nestado, la tienen. Por lo que el trabajo al no ser obligado es voluntario.

Tampoco es obligado en tanto en cuanto una persona puede dejar su actual trabajo, al que está ligado voluntariamente con un contrato que ha firmado voluntariamente, y estar sin trabajar lo que sus rentas le permitan y buscar otro, si es que encuentra o le ofrecen, claro.

Es más voy a dar la vuelta al argumento, me parece realmente triste pensar que la “sociedad” te obliga a trabajar, es decir, a desarrollarte como persona en el oficio que pudiste o puedes realizar, ya sea por suerte, por tus capacidades o porque no encontraste otra cosa.

Habrá gente que sea agricultora porque no cree que no sabe otra cosa, o porque realmente no lo sabe, pero será más feliz si lo realiza porque le gusta.

Por tanto, remato, es muy triste si realmente el trabajo fuese una losa, una carga, una obligación de la malvada sociedad de la que formamos parte (¡cómo olvidarlo!) y no pudiésemos pensar que es realmente una bendición que nos permite vivir como queremos (en nuestras posibilidades), desarrollarnos y sentirnos útiles, si es una labor a la que dedicaremos la mitad de nuestra vida, sin que nuestra salud se vea mermada, con equilibrio.

Porque para cuatro días que estamos aquí, lo mejor, en mi humilde opinión, es tratar de disfrutar junto con los que quieres y te quieren, tratar de no enfadarse, buscar el progreso individual, familiar, que será al final colectivo y, en resumen buscar la felicidad, quizá no la alcances nunca, pero ya el camino, merecerá la pena.