Las intervenciones de Casado en la moción de censura a Sánchez han desatado una euforia preocupante en los medios, tanto de derechas como de izquierdas. Los estruendosos aplausos de la bancada de Casado, parecían más propios de quien hubiese logrado la presidencia de gobierno, que de quien, con un furibundo ataque a Vox y a los votantes antaño fieles al PP, convirtiese en todo lo contrario la sesión de reprobación a Sánchez y a su gobierno; más que merecida por su calamitosa actuación frente a la pandemia Covid-19, en lo sanitario y en lo económico.
Una pandemia que explotó a los cuatro vientos de España merced al criminal desfile del 8 de marzo, auspiciado, jaleado y encabezado por varios ministros del contubernio social-comunista. Fruto amargo del bochornoso abrazo de Sánchez a Iglesias, con el que selló la ruinosa alianza que no le dejaría dormir junto al 95% de los españoles.
El tono y contenido de los reproches de Casado a Abascal en la moción de censura, alineados con el argumentario de las izquierdas, separatistas y filoetarras, fue casi tan celebrado por estos partidos como por su bancada. Hasta el punto que merecieron encendidos elogios, cual locutor del NO+DO, en una adornada salida a escena, de Pablo Iglesias. Adulaciones que no avergonzaron al líder de PP, envanecido por su elocuencia verbal y ajeno al vacío de su exposición, carente de las referencias ideológicas y culturales exigibles a un partido que se autodefine como de centroderecha europeísta.
Y, lo que es peor, sin atisbo de remordimientos por sus injustificables ataques personales contra Abascal y sus votantes, en su mayoría hijos pródigos del PP. El más miserable de sus golpes bajos, fue su referencia a la sangre de las víctimas del terrorismo, pisoteada, según él, por Santiago y sus adeptos. Acusación, la vertida por el ya confirmado niñato de Rajoy, que se sumará en la historia de las actas del Congreso a las de mayor bajeza moral. Especialmente, por haber sido dirigida a la persona de quien, exponiendo la vida, sufrió con su padre continuas amenazas terroristas, antes y durante su defensa de la democracia desde las filas del PP.
Triste sesión, pues, para los votantes de centro y derecha en la que Casado, dinamitando puentes de unión o colaboración, se despojó de su hasta entonces careta de renovador del partido, asumió postulados de izquierdas...
Tal como ocurrió durante el periodo Rajoy de la mayoría absoluta, en que traicionó al electorado que le había otorgado su confianza, incumpliendo su programa, sin derogar una sola de las leyes aciagas de Zapatero. Iniciador este de la deriva del partido socialista hacia la extrema izquierda, rematada por Sánchez, con su vergonzosa alianza con el partido estalinista de Unidos Podemos. Quedando así huérfano el espacio que desde el inicio de la transición había venido ocupando el PSOE y ocasionando un simultáneo corrimiento hacia la izquierda del PP y Ciudadanos, ambicionando pescar en el caladero de ese espacio electoral.
Como balance final de la moción, destacar el unánime rechazo de todos los grupos políticos y la inédita coincidencia de medios y tertulianos, tanto respecto a su inoportunidad como en las alabanzas al discurso de Pablo Casado. Moción que a la postre no fue contra la calamitosa gestión de Sánchez y su vituperable Gobierno, y si contra su promotor. Raras han sido las portadas y editoriales de medios, además de tertulias políticas, críticas con el inaceptable ataque a la democracia del documento firmado contra Vox por Sánchez y la amalgama de partidos que le sustentan. A los que sumar la adhesión tácita de Casado con su discurso cimentado en las mismas falaces acusaciones a Vox, de sembrar crispación, odio, homofobia y racismo.
Justamente todo lo que vienen haciendo Sánchez y sus partidos de apoyo, atacando la Constitución, asaltando las instituciones, resucitando las dos Españas e intentando romper la unidad nacional.
España está en llamas en lo sanitario, en lo social y en lo económico. Y seguirá ardiendo por la incompetencia de quienes nos gobiernan. Urge su sustitución. Nunca han sido más necesarias y urgentes las mociones de censura. Pablo Casado, incapaz de conciliar con una abstención su rechazo a Sánchez y a Vox, ha dejado pasar una primera oportunidad de asumir en primera persona la reprobación de Sánchez, funesta encarnación de la mentira, hija de Satanás.
Y ha dilapidado, con sus agravios, por su incuria e imprudencia política, una oportunidad de oro para iniciar la urgente recuperación de los millones de votantes expulsados del PP, y ahora en Vox. Por fortuna, Abascal, demostrando una categoría humana que Casado parece no tener, no tomará represalias y continuará sosteniendo los gobiernos del PP en comunidades y ciudades estratégicas. Apoyos que han salvado la figura política de Casado, tras sus descalabros electorales en las elecciones nacionales.