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DESAHOGO

Me pongo a escribir como desahogo.

Todo esto que pasa me ha cambiado la vida. De pronto he perdido empuje e interés por las cosas que antes me movilizaban.

La pandemia, el gran motor de destrucción en manos cainitas y caníbales, ha cambiado ritmos, hábitos, amores. Miro alrededor y la desolación creciente impacta la mirada como un cañón de artillería pesada que destruye y obstruye las salidas. Las calles cada vez más solas. Un problema como el de los audífonos ha tardado ocho meses en resolverse. Mientras tanto, sufrimiento.

Trato de preguntar si los análisis son con cita y conseguir cita para la vacuna y en un hospital como la VOT no cogen el teléfono en todo el día, en días. ¿Incompetencia?,¿hipocresía? Miro en la pagina web y no hay opciones para lo que necesito. Me quedo sola. Silencio. Otro hospital me da hora para la vacuna para el 16 de ¡Noviembre! A esa fecha he cogido ya varias gripe y resfriados.

Quiero sacar entradas para la Zarzuela y me lío con la contraseña. Se cuelga la página.
Todo me remite a la informática y es bastante inane a estos niveles. Otros son demasiado para mí.

Luego los políticos. Esa canalla antidemocrática que abusa porque soy cívica y bien educada. La derecha habla. Muy bien, por cierto, ole Cayetana, ole Ayuso, ole Pablo, ole Almeida. La canalla actúa. Y cuando se va, nadie, nadie, nadie deshace las infames tropelías cometidas. (Véase Rajoy vs Zapatero). Ahora creo que se nos está yendo el tiempo sin que surjan acciones eficaces que palien los terribles desafueros cometidos por un gobierno cuya dimisión piden a gritos cuantos tienen la palabra y ni con agua caliente. ¡Por Dios! ¿No hay nadie aquí?

La profunda sensación de abandono e impotencia me trae una nostalgia de alguna antigua lectura de un pensador (¿Balmes? ¿Maquiavelo?) que no puedo recordar y que justificaba el magnicidio. Aunque en esta época de “mindundis” debería llamarse “minicidio”.

Somos cristianos y demócratas y entonces “aguantoformo”, pero ¿donde los hombres?
Hace algún tiempo que no me importa vivir más si es a este precio.

La vida que siempre he amado se hace cuesta arriba. Una cuesta muy empinada, imposible de escalar y me deja empantanada a estas alturas. Será la última prueba del destino, ¿el último refinamiento para que el alma pueda volar?

Le pido al Señor las fuerzas necesarias y el consuelo que viene de su Amor.