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La cabeza del rey

El rey emérito, Juan Carlos I.

El rey emérito, Juan Carlos I. EFE

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La "cabeza" de Juan Carlos I ya luce sobre la chimenea del chalé de Galapagar. No obstante, la cacería continúa, pues la pieza mayor aún no ha sido cobrada. Por fin, el presidente del Gobierno se ha dignado, en su comparecencia del martes, a brindar un mínimo apoyo a la figura del jefe del Estado después de haberle presionado fuertemente para consentir el escarnio de su padre, sobre quien han hecho caer supuestas acusaciones de corrupción mediante el cobro de comisiones por su mediación en la obtención de importantes contratos de obra por parte de empresas españolas.

Esta acusación es completamente insostenible porque, de ser así, el pagador serían estas empresas y no el monarca saudí. Por otra parte, no cabe pensar que este se hubiese prestado a hacer de intermediario en el pago, por inverosímil y por la propia dignidad que la casa real saudí tanto cuida. Todo esto, sin tener en cuenta el pequeño detalle de que nadie paga una comisión de este tipo antes de que se le adjudique el contrato.

Es cierto que llama la atención este tipo de "regalos" conque se pretende explicar una donación de este calibre ya que es ingenuo pensar que tal grado de altruismo, ni siquiera por parte de personas tan acaudaladas. Sí hay, a mi juicio, una explicación mucho más simple y que, probablemente, se acerque mucho más a la verdad. Y es que haya sido un pago por el papel del rey en un "lobby" financiado por el régimen saudí que le sirve de "lavado de cara" ante el mundo occidental.

Todo se reduciría, pues, a una simple evasión de impuestos ya prescrita. Cosa que no es "moco de pavo", ni mucho menos algo ejemplarizante, y máxime tratándose del propio jefe del Estado, pero que permite ver quién es quién y cómo han actuado algunos en este desgraciado caso.