Esta maldita pandemia, se ha llevado a más de 400.000 personas en todo el mundo, según los datos.
Está siendo duro el confinamiento, las restricciones, las muertes sin despedida, sin compañía, el desbordamiento de los hospitales, las horas sin fin de todos aquellas personas que han estado dando lo mejor de sí en hospitales, en las empresas que no han parado para que todos tuviéramos suministro de alimento, de servicios, de tecnología.
Esas horas de teletrabajo, con los niños confinados en casa, sin colegio, con tareas y videollamadas.
Haciendo de la resilencia, la adaptación a estas condiciones adversas un modo de vida.
Sin poder ver ni visitar a los seres queridos, tanto sufrimiento, tantos anhelos.
Seguramente, esta pandemia nos hará cambiar de hábitos sociales, laborales, económicos, en los que el teletrabajo, ha llegado para quedarse.
Esto nos debe hacer reflexionar sobre lo verdaderamente importante en la vida y nuestro deber en construir un mundo mejor, una sociedad mejor.
Está en juego la suerte de la humanidad.
Nos ha hecho ver lo vulnerables que somos y que sólo estando unidos podremos vencer a esta oscuridad, el amor vence siempre.