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El arte ataca los abusos de la autoridad

La obra de drMáriás inspirada en La última cena de Da Vinci. / Twitter

La obra de drMáriás inspirada en La última cena de Da Vinci. / Twitter

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Afortunadamente el arte no duerme, no descansa y se alimenta de la realidad, sobre todo si esta realidad se vuelve fantástica y ayuda a desvelar las pasiones perversas de los hombres.

La pandemia que padecemos penetra los poros y el peligro a que nos somete desata el miedo que aprovecha el poder para encerrarnos en la cárcel de la prevención sanitaria.
La reclusión forzada provoca paisajes urbanos inéditos, asola el suelo y lo entrega a las bestias que se atreven a hollar el asfalto con naturalidad.

Este vacío de calles y callejas que la noche ilumina no pasa tampoco desapercibido a los creadores ni a los estetas que se apresuran a fotografiarlos con un click de sus ojos y a inmortalizarlo en óleos, cartones, esculturas o sepia para la eternidad.

El poder de los políticos déspotas, y de los que carecen de escrúpulo, aprovecha la situación para destruir la democracia y rebajar y relegar al ciudadano al nivel de siervo manso y resignado. Y el arte capta esta derrota de la libertad, que hace emerger, una vez más lo peor de los humanos.

Cuando vuelven a abrir las galerías de pintura y retorna la normalidad da gusto descubrir en la sala Kieselbach de Budapest, ya colgados, toda una serie de obras que describen, bajo el nombre ”contemporáneos en cuarentena” la pandemia en su doble papel de relato de manipulación política y de aproximación estética. Y de pronto la sala se convierte en un reducto y en un bastión de defensa de la resistencia que lanza dialécticamente imágenes críticas al poder como canciones protesta por la herida causada a la libertad.

“La libertad, como recuerda Don Quijote a Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.

Como ejemplo de la manipulación política el pintor, músico y escritor drMáriás (nombre artístico de Máriás Béla, que se atribuye ser el cirujano de la sociedad), reproduce la famosa obra de Leonardo da Vinci La última cena, donde reúne los canallas que ponen en riesgo la libertad; con un Jesucristo encarnado por Orbán, rodeado por su mujer, su yerno Tiborcz István, el ex-alcalde y su vecino del pueblo Mészáros Lőrinc y sus amigotes, el presidente del país, Áder János, el presidente de Parlamento Köver Lászlo, los dictadores Putin, Xi Jinping, Erdogan e irresponsables, no tan amigos, como Trump y Bolsonaro entre otros.

En otro cuadro aparece la doctora Cecilia Legyőzi (la Simón húngara) encarnando el virus del poder corrompido, con un manto de colores cursis que apuntalan los datos que vomita su verdad.

El reverso de estos políticos que detestan y tienen miedo a la libertad se ocupa del impacto de la pandemia en personas y ciudades, y así lo reflejan cuadros y esculturas; pasemos a continuación a describir algunos. En un lienzo, bajo el logo de Tesco, cadena comercial inglesa de alimentos, muy extendida en Hungría, surge una figura de mujer que esgrime a modo de espada un botellín de Moët & Chandon montándose la fiesta y al fondo aparece un silla vacía y blanca, alegoría de la ausencia de compañía.

Otros cuadros pintan ciudades y pueblos tomados por las vacas que señorean las calles y más allá se pueden ver los guantes que calzan nuestras manos y las aprisionan, y calles vacías que resaltan alumbradas por farolas, simbolismo también de la oscuridad de las mentes huecas y del surgimiento de los dementes. En otro emergen escorzos de figuras en una habitación sobria y gris convertida ya en celda y para terminar, esculturas de mujeres cubiertas por botones, que abrochan la piel o por flores ocres como el barro que embarran pieles desnudas carentes de caricias.

España, ostenta con Hungría la mayor extensión temporal del estado de alarma y de despotismo desilustrado y la libertad se ha resentido gravemente en ambos países. Pero en España, al contrario que en Hungría, en lo que se refiere al impacto sobre la salud de la población, la gestión de la pandemia ha sido desastrosa pues con 1.100 muertos por millón de habitantes (según datos del registro de fallecidos en comparación con años precedentes) nuestro país lidera la clasificación mundial de defunciones.

Espero que también los pintores cuelguen pronto en las galerías españolas las derivas autoritarias y antidemocráticas del poder y sus mentiras y la humillación a que someten a aquellos ciudadanos cobardes cada día y la sangría poblacional ocasionada.

Y también espero que los pintores escriban en colores la limpieza del aire, la vuelta de la naturaleza, el vacío de la sociedad, del ajetreo y de la actividad y ocasionalmente la belleza, la belleza de las ondas que en el agua refleja, en su soledad y sutileza, la fragilidad , la fragilidad fucsia de la condición humana.