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Coronavirus

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Podría ser pesimista, que no lo soy; pero me preocupa. Podría ser optimista, que sí lo soy; pero también me preocupa. De esta simple analogía nace mi preocupación: coronavirus.

A estas alturas ya nada es descartable. Cualquier movimiento que haga el ser humano se convierte en un ensayo peligroso para las enfermedades y los miedos larvados. Todo es global, todo está expuesto para lo bueno y lo malo mientras la mano del hombre intervenga, y como no podía ser de otra manera, una vez más la parte negativa supera a la positiva poniendo en un brete a la especie humana. O sea, que ustedes y yo estamos en riesgo vírico. Lo peor de todo es que el virus ya se extiende sin argumentos, cosa que al principio parecía localizado en China. Y digo lo peor porque estamos inmersos en una desmedida intranquilidad. Gran parte de la vida es un misterio y pensar que siempre habrá remedio para todo aquello que no nos interesa sufrir, nos resulta cada vez más costoso el poder asumirlo.

Las interrogantes acerca de estas plagas son muchas, tantas como queramos sospechar, pero casi nada de lo que puede afectar a la especie humana se antoja fruto de una casualidad. Ya sé que me estoy pronunciando bajo sospechas, pero las calamidades terrenales que nos asolan en materia de mortales virus me hacen declinar mi punto de vista y focalizarlo en quienes manejan la tutoría de nuestra salvaguarda.

¿Podemos estar tranquilos porque las autoridades sanitarias así lo refieren? Curioso es que hasta hace unos pocos días China estaba muy alejada de nosotros y a resultas de la tranquilidad que eso nos daba miren ustedes que ahora llega Italia poniéndose de lo más vírica en cuestión de horas. No creo que allí las autoridades sanitarias dejaran de ser buenas consejeras, así pues, queda demostrado lo fácil y rápido que se pasa de la calma al “toque de queda”.

Ahora Xi Jinping reconoce la magnitud de la crisis. El presidente de China da por hecho que la situación es grave y compleja y eso nos lleva a más interrogantes ¿Acaso ha sido un simple murciélago el causante del coronavirus? ¿Tal vez un error humano a la hora del recuento de esos agentes infecciosos en algún lugar remoto y supersecreto?
El virus viaja a sus anchas porque la globalización no entiende de fronteras. Habrá quien diga que esto forma parte del destino de cada cual, sin embargo, cuando el destino se convierte en una habitualidad con miles de muertos ya conviene redundar en una catástrofe humanitaria.

Buscamos el foco del placer en lugares inhóspitos, en los sitios más recónditos del planeta con la certeza de alcanzar la cuna de la civilización, y basta un simple virus con pasaporte diplomático para demostrarnos lo vulnerables que somos. Una vez más y por desgracia, queda claro que no somos inmunes a lo que nos acecha por cuestiones desconocidas. Siempre es así y siempre lo seguirá siendo porque aquellos que se apropian de la veracidad de los aconteceres no pueden destapar los orígenes del mal; en caso contrario son convertidos en testigos mártires de esa parte oscura que se reservan los poderes terrenales.

Por eso, en estos momentos cualquiera puede ser paciente cero, digamos que no todos los casos tienen un vínculo con viajes a China o con personas infectadas como hace casi dos meses, ahora mismo el virus surge de la manera más espontánea e imprevisible. Uno que no glorifica los males ajenos guarda con extrañeza la ausencia del coronavirus en lugares tan abatidos en males como lo son la India o ciertos países del África Central. Hay virus que son muy raros a la hora de viajar.

Así las cosas, nos consuela el saber que de peores estragos ha salido la humanidad cuando la medicina era otra y los elementos más precarios rozaban milagros para sanar enfermos, por eso el mantener la calma es nuestro principal objetivo, eso sí, evitando caer en alarmismos ni efusiones de mal presagio, aunque también debemos estar preparados en sintonía con el nivel profesional de nuestras autoridades sanitarias.

A los que escribimos publicando actualidad informativa se nos pide mantener la prudencia y una buena dosis de tranquilidad, es lo conveniente y así debe ser; ahora bien, la Organización Mundial de la Salud ya ha pedido al mundo entero que nos vayamos preparando para una potencial pandemia. Mi impresión personal es que primero dejaron escapar a los caballos y luego cerraron las cuadras.