Blog del suscriptor

La provocación política y permanente pinta el perfil del político

Viktor Orbán en la Eurocámara.

Viktor Orbán en la Eurocámara.

  1. Blog del suscriptor
  2. Opinión

Hay políticos que viven y alcanzan notoriedad gracias a la provocación. Curiosamente este gesto es típico de políticos populistas y ególatras, que utilizan esta estrategia para llamar la atención y para imponer un discurso que opaca los retos importantes de la existencia de los ciudadanos.

A través de estos gestos tienden a ocultar una gestión desastrosa, en muchos casos, de los elementos que contribuyen al bienestar. Éstos son, según lord Beveridge: educación, sanidad, trabajo, vivienda, servicios sociales, rentas y seguridad. Elementos que garantizan la libertad y bienestar de las personas en democracia, y que legitiman al Estado, y a las que hoy habría que añadir la preservación del medio ambiente, la política familiar (déficit demográfico) y la igualdad de géneros (que a menudo queda en entredicho por el islam en Europa).

Entre los maestros de este arte sobresale Viktor Orbán, producto típico del ”socialismo real”, que se encuentra anímicamente atrapado entre Oriente y Occidente e intenta construir el trípode en que basa su equilibrio y permanencia en el poder, sustentando sus pilares en Rusia, Turquía y la Unión Europea (Berlín concretamente). Sin duda, su posición estratégica y su memoria histórica e histérica le ayudan a ello.

Al contrario que las democracia en las sociedades avanzadas -que basan su poder en la cohesión, la confianza y la transparencia- los sistemas autoritarios fraguan su basamento en la división, la desconfianza y la opacidad. De ahí que el control sobre los ciudadanos, que ejercen esta división que rompe la buena vecindad y esparce la sospecha, resulte clave como sustento de su régimen.

A nivel interior, la estrategia que le ha mantenido hasta ahora se basaba en la garantía de la precariedad en temas de trabajo, vivienda, políticas familiares y seguridad, partiendo de una población que, como consecuencia de un régimen de socialismo real de más de cuarenta años, acepta como normal el sacrificio de la libertad por la seguridad de mínimos de supervivencia (que no de bienestar).

Las consecuencias han sido la acomodación de una parte importante de la población a este hecho y la pérdida de las nuevas generaciones -los jóvenes preparados han optado masívamente por la emigración-. Afortunadamente, algo ha empezado a mutar el pasado año: la población empieza a ser consciente del engaño y en las elecciones municipales de octubre le despojaron de las principales alcaldías y empieza a extenderse por todo el país la consciencia de la necesidad de cambio.

A nivel externo, hasta ahora, hábilmente ha articulado para su participación en la Unión Europea el grupo de presión de Visegrad (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia), que le ha permitido rechazar los acuerdos europeos en materia constitucional, de libertad de medios de comunicación, de defensa o de política migratoria, por citar algunos temas, contando además con el apoyo entusiasta de Polonia en alguno de ellos. Eso sí, gozando al mismo tiempo de los fondos estructurales de la Unión Europea que son la base de las principales obras públicas que se llevan a cabo en el país, y de la corrupción, que ha creado una minoría de multimillonarios antes inexistente.

La provocación permanente que ha ejercido en la UE ha obligado a reaccionar, tanto a su propio partido el Partido Popular Europeo (PPE), que le ha abierto expediente que podría acabar en su expulsión, como en el Parlamento Europeo, que ya reprobó su política en la votación del día 16 de enero para exigir una vigilancia más estricta de Hungría y Polonia y evitar su deriva autoritaria. Esto es clave y empiezan a oírse voces críticas, en el sentido de condicionar la recepción de fondos al cumplimiento de acuerdos europeos y del juego de la democracia.

Los movimientos que percibe, tanto a nivel interno como externo, son indicadores de la debilitación de su poder y hegemonía, por lo que su nerviosismo y comportamiento le puede llevar a actos desesperados que es preciso calibrar para no arrojar al niño (población húngara) con el agua que él ha embarrado.

A nivel interno, verse por primera vez con una oposición que le planta cara y que ya dispone para ello de los principales municipios le ha descolocado y no sabe cómo actuar, e intenta todo tipo de argucias desde el poder central para socavar la autoridad de los municipios.

A nivel externo, considera antes de que lo expulsen, el abandonar el PPE. Sólo el grupo de Conservadores Reformistas Europeos (ERC), ultraconservadores, podría acogerles.
Asimismo, la filtración llevada a cabo hace semanas por un miembro de su gobierno, de una sesión que se mantenía a puerta cerrada en la Comisión Europea, puede perseguir incluso una expulsión de la UE si ve que su régimen peligra. Hay que evitar, por tanto, caer en la provocación y reforzar a la oposición democrática húngara, para que ésta, en las próximas elecciones, pueda pasar página y se pose en el pasado.