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Joker

Fotograma de 'Joker'.

Fotograma de 'Joker'.

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Al oír hace unas semanas la noticia del inminente estreno de 'Joker', en referencia al personaje antagonista de Batman, no tuve más reacción que la de la indiferencia y el hartazgo ante la enésima película de superhéroes. Un género que en la actualidad copa las carteleras y que se caracteriza por sus fuegos de artificio, sagas inacabables llenas de claves y significados a los que soy ajeno y mucha, mucha superficialidad que a veces quieren hacernos pasar bajo el tamiz de discursos místicos y épicas pretéritas.

Una pena, este tipo de películas mejoran cuando solo pretenden entretener y se toman menos en serio. Pero me imagino que todo va con los tiempos y es lo que toca consumir ahora, falsa transcendencia y muchas explosiones. Por tanto, parecía claro que 'Joker' no iba a ser objeto de mi interés.

Pero acto seguido, me sorprendió que una película de estas características ganara el Festival de cine de Venecia, y además lo hiciera con una señora tan sesuda, como la directora Lucrecia Martel, al frente del jurado. En ese momento se comentó que era la primera película de superhéroes que ganaba un premio de estas características, pero después de su estreno el discurso cambió.

Ya no era una película de superhéroes, sino algo más profundo y complejo, tanto que en los días en que escribo esta crítica, está siendo aupada por muchos a la altura de las mejores películas de la historia del cine, un fenómeno que ya tuvo un precedente similar en 2008 con 'El caballero oscuro'.

Amalgamar todo lo hasta aquí dicho es complejo una vez vista la película. El primer alivio es evidente, ya que efectivamente constato que no estamos ante una película de superhéroes, ni el enésimo episodio del interminable universo Marvel o DC, ni parece que nos encontremos con el inicio de una saga que busque perdurar. Ante lo que estamos, como apuntaba hace unos días el programa de RTVE 'Días de cine', es ante un fallo del sistema. Se ha colado en este mundo mainstream, facilón, superficial y algo infantil, una película sórdida, transgresora y por momentos incómoda.

Un film triste, oscuro, extremo, duro e hiperrealista que nos muestra de forma descarnada a un personaje desechado por el sistema, víctima de una cruel enfermedad mental y azotado por el escarnio y la humillación del mundo que le rodea.

Lo sorprendente, es que esta película esté teniendo tal aceptación y éxito de taquilla. Da la impresión de que con este embalaje de cine de superhéroes, el público ha ido en masa a ver algo que no contiene lo que parece ofrecer el envase. A pesar de lo cual, a la gente sorprendentemente no solo le está gustando, sino entusiasmando. Así que, donde parecía haber un terreno impermeable al buen gusto, han surgido masas capaces de apasionarse y disfrutar con una buena y compleja película.

La cuestión es que no hay un bagaje fílmico extenso por parte del espectador y este puede quedar deslumbrado y elevar a la categoría de obra maestra un film que siendo espléndido, como es el caso, es de forma muy evidente deudor de otros, muy especialmente de la obra de Martin Scorsese.

De él extrae tanto en la concepción de la película, como en la construcción del personaje protagonista, muchos elementos de 'Taxi Driver' de 1976, a la que además homenajea indisimuladamente en varias secuencias. También, aunque en menor medida, está presente 'El rey de la comedia'de 1982, también del mismo director. Ambas influencias quedan ensambladas con la presencia de Robert De Niro en todas ellas, como hilo conductor evidente.

Entrando de lleno en la película, sin querer desmerecer a su director Todd Phillips, aquí el concepto de autoría debería ser compartido con su protagonista, Joaquín Phoenix, capaz de hacer una actuación que si bien no está exenta de excesos (como debe ser, es el Joker), es capaz a la vez de llenarla de matices, deambulando por todo tipo de estados de ánimo que van de la inocencia a la tristeza, de la soledad a la perturbación, de la enfermedad al sadismo.

Todo ello plasmado en 2 horas por un actor omnipresente en todo el metraje, que alcanza las más altas cotas de emoción cuando su interpretación va acompañada de la música del violoncelo de Hildur Gudnadottir, que compone un sonido único y fuera de cualquier convención (como ya hizo magistralmente en la serie 'Chernobyl') que estremece y nos introduce en el interior de la psique de Joker.

Todo lo anterior viene además apoyado con una idea original y un guion brillante, que se une a una estética sórdida, con el ambiente opresivo de ese Nueva York-Gotham que se nos muestra. A esto, se suman grandes momentos de emoción e intimismo, en algún caso salpicados por secuencias de tensión “tarantiana”, componiendo todo ello, un relato y un retrato, robusto y estremecedor.

Hay que verla, no les queda más remedio, por su calidad y porque ya se ha erigido en el fenómeno cinematográfico del año, del que todo el mundo habla y hablará. No se queden descolgados.