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Homenaje a las letras

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Entre la nueva edición de la Feria del Libro de Madrid y otros afanes que honran a la lectura, permitan que me tome la licencia de celebrar lo que ustedes leen en torno al mundo de las letras. Y no me refiero a las letras de cambio, ya saben, ese instrumento que si las firmas en nada que te descuidas las tienes que pagar. No, ese no es el motivo que hoy me trae hasta aquí. Me refiero a la deuda permanente que el escritor tiene contraída con la sociedad.

Es tal la simbiosis que existe entre ambos que resultaría imposible separar lo uno de lo otro y, créanme, de hacerlo se acabaría con el origen de la creación. Esta común dualidad está formada por un raro ensalmo, tal vez tan atávico como necesario, de lo contrario no se explica que mientras el autor aprovecha la tinta derramada sobre una hoja en blanco, y de un enorme borrón convierta las favilas en vocablos; del otro lado el lector tome a su merced el lenguaje de la filigrana cuando  aún las partículas del pigmento dormitan sobre renglones.  

Es la lisonja y el culto que hace el autor hacia los demás cuando ustedes, amigos lectores, regalan el frenesí de la lectura, y es ahí cuando la magia de lo escrito se transforma y llega la fusión del único lenguaje y con ello la fascinación de sentir que lo que has escrito deja de ser tuyo para que sea de los demás. Ese es el patrimonio de las letras.

Leer para aprender, claro que sí; pero yo también añadiría “escribir para agradecer”. Todo es simiente de goce, desde los anhelos del contenido hasta la guarda y custodia de unas cuantas palabras universales en forma de compañeras inseparables. Da igual el soporte, sea libro o periódico, el fin justifica los medios con tal de cruzar las corrientes del entendimiento y la hondura de los sentimientos. El discurrir de la ensoñación es de una fertilidad incalculable, pues si el autor que se precie se doblega a la fascinación por ser leído, no digamos cuando el lector hace suya esa porción de mirra que emana de lo ideal. A mi entender esa es la magia de todo este homenaje.

“Lee y conducirás, no leas y serás conducido” que dijera  Santa Teresa de Jesús. A fin de cuentas en esta vertiente de soledades que hemos creado cualquier apéndice que justifique estar acompañado ha de ser valorado como un amigo fiel. Así como la escritura es la pintura de la voz, según Voltaire, yo les digo que leer es la extensión de la imaginación y nada que reprochar a cuanta soledad bien acompañada lo sea con el convencimiento de no estar solos teniendo en nuestras manos las hojas impregnadas de historias. 

Hoy en día, la fidelidad es un bien escaso. Las puertas se cierran con blindaje y vueltas de llave, todo queda reducido a un mundo entre cuatro paredes y poco más. El rellano de la escalera tiene mirilla telescópica y cualquier ruido ajeno parece nuestro; por eso lean y saquen el pasaporte de la imaginación dejándose llevar a cualquier parte de la ficción, pues aquello que llamáis nuevo día no es otra cosa que el brindis de la oportunidad para mejorar vuestra riqueza espiritual e intelectual. Yo os digo que quienes hagan de cada amanecer una simple rutina caerán en el desamor y en el desencanto, pero si os dedicáis al buen pensar y os entregáis a la lectura ello os hará fuertes para saber que un segundo es toda una vida.

Amen la lectura como lo que escribo me depara a mí el gozo de hacerlo y no reparen en contravenir mis teorías ni mis opiniones, ese es el fruto de un árbol llamado gratitud, pues nadie tendrá el pleno convencimiento de haber amado a su obra si previo no ha recogido de los demás las hojas escritas que nacen de ese mismo árbol. Mientras tanto, disfruten ustedes de este capricho en forma de deuda con ustedes. Esa es la simbiosis de la creación literaria, al menos en mi modesto entender.