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Porque no somos iguales, seguiremos viviendo

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En España hay que mejorar las carreteras. Hay que retocar la señalización. Hay que saber apreciar el entorno.

Toda carretera, vía, autovía o autopista que se precie siempre presumirá de “sus peraltes”, alabará su señalización y sentirá orgullo de sus paisajes.

Saber tomar las curvas con suavidad, con el balanceo de las fuerzas centrífugas. Caminar con la seguridad de una buena guía. Saber disfrutar cada kilómetro de recorrido. Eso es saber caminar y vivir.

Somos, por desgracia, generaciones creyentes de una sola verdad, la propia. Generaciones que, al contrario que el junco, a la primera ráfaga se rompe. Generaciones desconocedoras del “vecindario”, por mirar constantemente su propio ombligo.

Ahora, siglo XXI, vamos más lejos. Rompemos las diferencias con leyes de “igualdad”. Cantamos la libertad desconociendo sus señas de identidad. Borramos la historia por no entender el paisaje cotidiano.

Construimos matrimonios “igualitarios”, incapaces de respetar las libertades de pareja y muchos menos de alabar sus virtudes. Nos olvidamos que una autovía (la convivencia) sin buenos peraltes tiene los días contados. Nos olvidamos que cada señal de un lado previene daños futuros y que admirar al otro es ganar en fortaleza. Nos olvidamos de que unión no significa yugo.

Políticas de centro, políticas de izquierdas, políticas de derechas. Si mantienen los códigos de usuarios de siglos pasados, convertirán su herencia en trampa mortal, porque no existe vida donde no hay renovación, ni camino sin peraltes de respeto, ni señales de convivencia y sin orgullo de tierra fértil.

Si realmente queremos un País, un Estado. Debemos enseñar a todas las generaciones futuras que una unidad fuerte lleva aparejada la libertad individual, el respeto a las normas y el orgullo de la tierra propia y de todos.