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España, madre y madrastra de la emigración española

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Una de las preguntas que todo Estado honesto debería hacerse, porque mide el nivel de su democracia, es tratar de responder el cómo trata el Estado a sus minorías. Tradicionalmente se han concebido como minorías a las territoriales con lengua propia  y a la inmigración. Las primeras gozan de grandes privilegios y los inmigrantes han tenido acceso a la educación, sanidad y servicios sociales, rentas mínimas y acceso a viviendas sociales. 

Los emigrantes españoles, desgraciadamente, nunca han sido considerados una minoría, a la que es necesario preservar sus derechos políticos, sociales, y culturales, y sobre todo y lo más importante , ser considerada como un recurso, tanto para competir en el exterior, como para utilizar sus saberes para formar a las nuevas generaciones en un mundo global y meritocrático..

Si hacemos un somero repaso, en lo que se refiere a derechos de los emigrantes, observamos: sus derechos políticos están negados, y se les trata, con el voto rogado como a ciudadanos de segunda, impuesto en 2011 por POSE y PP (los datos de la última votación sólo lograron votar el 6,16% de los más de dos millones con derecho a voto).

En lo que se refiere a derechos económicos en gran parte de los países se mantiene la doble imposición, excepto en aquellos, caso Alemania, por citar un ejemplo, en que existe un tratado al respecto; lo que supone una afrenta con el resto de los ciudadanos. 

Mención aparte suponen las pensiones no contributivas, como ejemplo de derechos sociales, que acaparan la mayor parte del capítulo que el Estado dedica a los emigrantes, y que cercena otro tipo de actividades, que disponen así de un presupuesto muy residual. ¿Porqué estas pensiones, como en el caso de los que las reciben en España no se incluyen en el mismo capítulo? He aquí otro motivo de segregación.

En lo que atañe a sus derechos culturales, desde el gobierno Zapatero se han laminado las clases de lengua y cultura española para los emigrantes, salvo en casos muy concretos, Alemania, Suiza, donde los emigrantes se han visto obligados a sostener una dura lucha para mantenerlas.

Entretanto gastamos muchos recursos en la difusión de la lengua española a través del Instituto Cervantes, pero este Instituto nunca ha considerado el dispensar, a los menores españoles residentes en los países donde se encuentra, ni el aprendizaje de la lengua ni de la cultura, como sí ocurre con los inmigrantes en España, sin que esto suponga cuestionar el derecho de los inmigrantes antes al contrario reclamar que migrantes somos todos, y por tanto debemos tener los mismos derechos.

Y vayamos a otro aspecto hoy muy importante, la emigración como recurso en un mundo globalizado. España, hasta la fecha, no se ha sabido gestionar la potencialidad de este recurso humano y de conocimiento.

Los dos millones y medio declarados (2.482.808) según el INE, más los que no se registran, otro número importante y difícil de precisar,constituyen, en un mundo económicamente globalizado, un importante recurso, que no se sabe explotar.

Pensemos comparativamente en China, y veamos qué uso hace de su emigración, y cómo esta constituye uno de los pilares clave para la internacionalización de su economía; cómo forma parte de su cadena de distribución de sus productos y está acaparando, en gran parte del mundo alguna de los nichos laborales tradicionales de los países, caso de la pequeña empresa familiar, tiendas de proximidad, en el caso de España, que vinculan interior y exterior. 

Igualmente a nivel pedagógico, fijémonos en Finlandia y cómo utiliza y compromete a sus expatriados para difundir en el país, a través de sus medios de comunicación, cómo son los otros países, en temas económicos, históricos políticos, sociales y culturales, y cómo este saber se lleva también a las universidades y ayuda a formar a sus empresarios e intelectuales más sobresalientes para poder competir en un mundo globalizado.

Tampoco, salvo excepciones con algunos investigadores, se sabe hacer ofertas, ni por parte de empresas, ni por las Administraciones, a empresarios, profesionales destacados, ni a líderes políticos (no de partidos) o líderes sociales que han sabido triunfar en sus negocios, en su profesión, o en la articulación de sus comunidades y que gozan de prestigio en sus países de adopción, para volcar aquí esos saberes y hacernos avanzar en una sociedad caracterizada por su complejidad.

Y qué decir de los medios que nos llegan, la televisión española internacional, da pudor verla. Fijémonos, por citar un ejemplo, en la televisión alemana que se hace en inglés, con interesantes debates, y capacidad de análisis y cobertura global. Nuestra gran aportación "españoles por el mundo”, pone de manifiesto el desconocimiento supino de los periodistas en sus viajes de recreo e incide una vez más en los folclórico, en lo turístico, y en lo que nos refleja como país de copas y pandereta perfiles pendientes de superar.