Creo que todos hemos fallado, cuando después de casi cincuenta años no hemos sido capaces de consensuar una Ley de Educación que englobe las bases fundamentales para una formación integral, humanística, científica y ética.
Fracaso generacional derivado de los partidismos, de los populismos ideológicos y de los nuevos axiomas libertarios, que no democráticos.
Fracaso por entender que la unificación de criterios educativos defenestraría los valores culturales e identitarios provincianos, comarcales, regionales y si quieren hasta “comunitarios”.
Fracaso por el graso error de utilizar las lenguas y dialectos como herramientas desintegradoras en vez de aglutinadoras de cultura.
Fracaso por culpa de todos: “Mandatarios, electores, ciudadanos agnósticos, intelectuales egocéntricos...”.
Consecuencias: Bajo nivel formativo, bajísima competitividad, oscurantismo cultural, pobreza humanística, etc., etc.
Con estos sistemas educativos “a la carta de cada partido” lo único que conseguiremos muñecos autómatas con siglas políticas, muñecos autómatas sin capacidad individual, muñecos autómatas utilizados... y, quizás, con dinero, suerte y algún milagro, unos pocos saldrán suficientemente preparados gracias, no a los sistemas, sino, como siempre, a las élites políticas, instrumentales o familiares.