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La voz, el voto y el veto de los viejos

Pedro Sánchez, este miércoles en el Congreso de los Diputados.

Pedro Sánchez, este miércoles en el Congreso de los Diputados.

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El 28 de abril se celebran elecciones en España. Los ciudadanos asistimos una vez más atónitos a las descalificaciones entre líderes, al juego sucio, a la profesionalización de la política, y al desconocimiento sobre cuál es la toma de posición de los partidos concurrentes ante los principales retos que tiene planteados nuestro país.

El deterioro de la política sigue poniendo de manifiesto la vigencia de la corrupción económica y académica; el cuasi monopolio de la política por grupos corporativos; el ansia de poder a cualquier precio; la utilización de los bienes públicos por parte de políticos sin escrúpulos, para atacar al Estado y las instituciones públicas, y las debilidades del Estado para defender sus fronteras, y para, en el contexto de la Unión Europea, ayudar a estabilizar los países que ejercen presión migratoria y ahorrarles esta sangría.

David van Reybrouck, escritor, periodista e historiador, nos advierte, desde hace años, de lo que él llama “el síndrome de la fatiga democrática”, y nos avisa: “Las elecciones, en su forma actual, son una tecnología tremendamente pasada de moda para convertir la voluntad colectiva de las personas en gobiernos y políticas”, y nos sugiere volver al principio central de la democracia Ateniense, la designación por sorteo, y nos recuerda que en el Renacimiento, ciudades Estado como Florencia o Venecia operaban con este principio y vivieron siglos de estabilidad política.

En la actualidad Irlanda, Islandia, Ontario y la Columbia Británica en Canadá y los Países Bajos, han hecho experiencias de este tipo de innovación democrática, como puede leerse en el libro “Contra las elecciones” de van Reybrouch.

Si queremos salvar la democracia representativa debemos actuar ya, estableciendo los cambios necesarios que, a modo de ejemplo significan:

Cambiar el actual sistema de partidos, que ha derivado, en una partitocracia sin escrúpulos, para devolver el poder a los ciudadanos. Los diputados serían elegidos por sorteo, estableciéndose unas variables de control que garanticen la representatividad (tales como: distribución por género, edades, nivel de estudios, tipo de trabajo, procedencia geográfica en el Estado, y migración (emigrantes e inmigrantes). Es la única manera que la Cámara fuera un fiel reflejo de la sociedad que representa.

Cambiar el actual sistema electoral por una circunscripción única o como mucho por que cada Comunidad Autónoma se convierta en una circunscripción.

Acabar con la profesionalización de la política para que sea un servicio, de carácter temporal a la sociedad, y no un modo de vida. Esto supone, la limitación de mandatos y que nadie pueda vivir del erario público más de 8 años.

Acabar con las situaciones flagrantes de desigualdad que genera la política (aforamientos, sistema de retiro de los políticos, prestaciones especiales, puertas giratorias etc.)

Empezar por los mayores. Una manera de salvar la democracia representativa, según Bastien François, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Paris I, es “crear espacios de porosidad entre el poder ejecutivo y la sociedad”.

En España, una nación de 47 millones de personas, hay un censo electoral de 36.518.100 millones de electores, y una población de mayores de 65 años de 8.764.000 millones de electores.

En España el Parlamento tiene en la actualidad 350 diputados. Teniendo en consideración estos datos, para que el Parlamento reflejara la actual composición de la población de 18 y más años, los mayores deberían de disponer de 83 escaños.

Un modo de visualizar los cambios es que los mayores, que representan el 24 por ciento de los escaños, fueran elegidos por sorteo, con las variables de control citadas, lo que significaría, una foto real de la actual población española de los mayores.

Carentes de la necesidad de la lucha de siglas, los mayores podrían centrarse, partiendo de sus experiencias de vida, de manera más juiciosa y razonable en abordar los verdaderos retos que tiene planteados nuestra nación, tales como el riesgo de secesión que gravita sobre el Estado; el papel político, económico, cultural que ha de jugar España en el contexto europeo y en un mundo globalizado; la creación de nuevas fuentes de trabajo para disminuir el paro; y las desigualdades en temas referidos a  niveles de ingreso, excesos en los pagos de bienes básicos como la electricidad, gas; disminución de riesgos en temas de seguridad, etc., por citar algunos ejemplos.

Durante los seis primeros meses de su mandato, todos los diputados elegidos por el sistema de sorteo recibirían un curso para conocer las funciones que deben realizar y serían asesorados sobre los asuntos públicos a debatir por expertos, que pusieran de relieve las diferentes maneras de abordar, en función de valores, los temas a tratar, para, que libremente pudieran optar por el sistema que creyeran más adecuado, en cada momento.

De esta forma, y una vez recibida la información adecuada, cada persona podría votar libremente sobre los temas a debate, sin verse obligados a votaciones borreguiles que imponen los jefes de cada partido. Sería una forma, señala van Reybrouck, de que “la democracia no sea solo el gobierno del pueblo para el pueblo, sino también por el pueblo”.