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La vida contada con la verdad interior de cada uno

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Hace poco pude leer la primera parte de una trilogía titulada “Mis conversaciones con la Gallina Braulia” de Ignacio Pujana, sacerdote marianista. 

De forma natural hace un recorrido sutil por la vida de una persona “real”, esculpida tras más de ochenta años de entrega ilusionada al inicio, firme, sin comprensión de muchas cosas, en su madurez y profundamente humana al atardecer de su vida.

Braulia, conciencia crítica, le acompaña de manera permanente. Braulia, amiga íntima, le contempla, le pregunta, le escucha... Jamás le señala con el dedo inquisidor del que cree estar en posesión de la verdad. Braulia, refugio en todos sus atardeceres de trabajo, nunca secó sus lágrimas, más bien le exigió siempre un motivo por el que llorar y luchar.

Mi querida Braulia, leyendo tus opiniones, tus consejos y escuchando tus murmullos de cabreo he comprendido muchas cosas... Quizás pueda resumirlas ahora.

“Ignacio, ¿no te parece raro hacer distinción de personas en un noviciado?”... “Los oriundos de pequeños pueblos, de familias sencillas y los que proceden de colegios, casi siempre de familias acomodadas”.

“Ignacio, ¿dónde está el amor a los demás? ¿Cómo practicaba la caridad San Pedro de Alcántara con los necesitados?... 

Braulia, “Crees tú que se podía enterar de la existencia de los necesitados si siempre miraba hacia abajo en señal de humildad, de modestia?”

Ignacio, “Sigo pensando que los humanos sois muy raros estéis donde estéis”

Ante las realidades cotidianas de la vida de un novicio, tales como: el silencio, el capítulo de culpas, la obediencia por norma, la pobreza inteligente, el miedo a la afectividad, contemplar el mundo como peligroso, el testamento para caso de fallecimiento... Braulia comentaba:

Ignacio, “Después de nueve años de amistad creo que cada vez os entiendo menos a los humanos, me parecéis bastante anormales, supongo que no todos. Creo que la solidez de vuestros principios es menor que la de unas sopas de ajo. Nosotras (las gallinas) todas y de por vida, somos fieles a nuestros reglamentos. Una se puede fiar de nosotras, pero ¿de vosotros?...

Ignacio... “Pero tus bienes, si los tienes, pasan a poder de la compañía religiosa. Perdona, pero ¿no hacen lo mismo las sectas? ¿No estarás metido en una secta?”

“Ignacio, explícame en qué consiste el voto de castidad”

“Por este voto renunciamos a la vida conyugal y a fundar una familia. El amor a Dios nos hace vivir una vida plena...”

“Ignacio ¿Te lo has creído? ¿Lo aceptas? 

“Mi fin no son los votos, ni las oraciones”

Braulia, “Eso ya me lo has dicho muchas veces y supongo que a tus alumnos les hablarás de Dios, del cielo..”

“Lo que más quiero, Braulia, es que mi alumnos sean personas decentes, de buenas costumbres, que sean cultos, libres... y, después, ya hablaremos de las cosas del más allá, lo importante, ahora, son las cosas del más acá”

Ignacio, recorre, de este modo, todas sus experiencias al desear dedicar su vida a los demás...Braulia , crítica amiga, constante sigue:

Ignacio, “Nunca me habías hablado de la guerra civil tal como lo has hecho estos días”

Ya, “Desearía no volver a hablar porque, si hablas, recuerdas cosas muy malas, muy duras y eso no es bueno para nadie. Los que han pasado por estas circunstancias no necesitan rememorarlas, ya las conocen, y los que han tenido la suerte de no conocerlas posiblemente les sea difícil entenderlas”

Braulia, seguirá, como conciencia de una vida llena de historia humana, fiel a su destino: “manifestar siempre, la verdad personal de cada uno”

Gracias, Ignacio, por tus relatos, vida de muchos que no han podido redactarla como tú.