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Inmigración y globalización

Grupo de inmigrantes subsaharianos que saltaron la valla en Ceuta el pasado jueves.

Grupo de inmigrantes subsaharianos que saltaron la valla en Ceuta el pasado jueves. Efe

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Según el Eurobarómetro de primavera 2018, la inmigración es una de las principales preocupaciones de los ciudadanos europeos. El dato supera significativamente las inquietudes de los encuestados respecto a la situación económica y el desempleo. En el plano político, la fractura en relación a la migración también es un hecho en Europa, que asumió con división de opiniones el Pacto  Migratorio de la ONU alcanzado recientemente en Marrakech. Un acuerdo que provocó, además, la ruptura de la coalición del gobierno en Bélgica. 

Desde el año 2015, el continente europeo ha recibido el mayor flujo migratorio que se registra desde la II Guerra Mundial. En la quinta Cumbre Unión Africana-Unión Europea, el rey de Marruecos expresó que la migración africana no es predominantemente intercontinental, sino ante todo africana: de cinco africanos que emigran, cuatro se quedan en África. Son cifras avaladas desde la ONU, quien ratifica que el 75% de estos migrantes permanecen en la región. En general los jóvenes africanos con formación, representativos de una sociedad civil moderna, en contraste con la convencional y tradicional, consideran la migración fuera del continente como una mala emigración. Incluso defienden la unión política y económica de todos sus países para lograr un desarrollo económico eficaz.   

Diversas fuentes cercanas a la cooperación internacional destacan que la solución en regiones deprimidas y en conflicto, exige una política europea ambiciosamente responsable. Argumentan que mientras no se frenen la miseria, la hambruna y los enfrentamientos bélicos, todo lo demás será poner parches en hemorragias mucho más profundas. 

La globalización y el desarrollo de los medios de comunicación en la era de Internet, imponen pensar en el mundo como un marco abierto en expansión constante. Asimismo, obligan a proyectar la política internacional con una visión global de conjunto, conscientes de que lo que ocurre en un punto del planeta tiene cada vez, un mayor impacto en su totalidad. Dos ejemplos claros en los últimos años son la crisis del Ébola y la crisis del Mediterráneo.  

La inmigración es un desafío cuya solución digna para todas las partes, requiere regulaciones y medidas globales que conlleven responsabilidad y sensibilidad. En el mundo existen 250 millones de migrantes que representan un 3,4% de la población. El Pacto Mundial Sobre Migración de la ONU o Pacto de Marrakech, es el primer intento para gestionar los flujos migratorios de forma integral y a escala internacional. No es vinculante, respeta la soberanía de los Estados en relación al control de sus fronteras y las políticas migratorias propias, pero abre la posibilidad global de canalizar, ordenar y regular activamente la migración. 

Un pacto internacional de tal envergadura, capaz de aliviar las tensiones focales sobre los territorios que por sus características económicas, políticas y geográficas reciben grandes flujos migratorios, es un gran gesto de generosidad y de conciencia general respecto a este reto. Porque a nadie se le escapan los conflictos inherentes de interacción cultural asociados al  proceso

A todo ello hay que sumar una cooperación internacional seria, “in situ”, que pueda ser un gran alivio o solución a largo plazo, en contraposición a los muros y radicalismos,  en un mundo donde parece que la tecnología va un paso por delante de nuestra capacidad para asimilarla, que tiende a la integración, a la apertura de ideas y a la libre interacción. 

Quiero terminar estas líneas recordando unas contundentes frases que pronunció Javier Nart en el Parlamento Europeo, con cuyo contenido coincido totalmente:

"Es preciso establecer una solución africana con las autoridades locales, nacionales, tribales, religiosas africanas; porque lo que ocurre en el Mediterráneo tampoco es un problema de rescate, es el último eslabón de una tragedia que empieza en África. En consecuencia, si no somos capaces de establecer una solución “en origen”, en África, lo único que haremos es una tarea humanitaria, yo diría para alivio de nuestras conciencias estéticas... Hace falta colaboración en África, hace falta acción integral en África, y hace falta una responsabilidad verdadera europea".