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La tercera vía

Torra

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Tras presentar el Gobierno Sanchete sus presupuestos y ver la partida asignada a Cataluña, el 18,2% del conjunto de la inversión tras considerar la deuda que mantiene con el resto del Estado (70.052 millones de euros) y evaluar la costosísima relación, en términos económicos y de tiempo dedicado, que han mantenido con esta Comunidad Autónoma los diferentes gobiernos de la democracia, es hora de empezar a considerar otras posibles vías de solución para escapar al círculo infernal de una relación perniciosa, predestinada a prolongarse "in eternum".

Considerando que la vida en común, también en un Estado Federal, parte de la premisa del compromiso de las partes, y que la lealtad institucional y constitucional no está garantizada, sino que es objeto continuo de sabotajes y desgarros, cabe preguntarse: ¿Qué sentido tiene seguir empeñados en mantener, a toda costa, y con los sacrificios que supone, en términos de equidad, solidaridad y fraternidad, con el resto de las partes de ese Estado, una relación parasitaria, generadora de violencia y de distracción de prioridades?

El pulso mantenido, hasta ahora, con aquellas partes menos fidelizadas con la nación española, se han saldado siempre con la concesión de una serie de privilegios a los díscolos, que han primado a los territorios sobre la ciudadanía, generando, a nivel interno, un alto nivel de desigualdad para las personas, es decir, si uno nace en Baracaldo, en lugar de Badajoz, valga como ejemplo, su gobierno regional va a tener tres veces más de dinero, por persona, para poder garantizarle un bienestar de base.

La partitocracia, con tal de mantenerse en el poder, ha obviado estas desigualdades de partida, y el Estado, con independencia de las ideologías de los partidos gobernantes, no ha sido capaz, en los más de cuarenta años de democracia, de corregir o al menos atenuar significativamente, estas desigualdades. Se ha priorizado el mantener una amplísima casta política y los privilegios de aquellos territorios ricos y con hechos diferenciales, a la lengua nos referimos.

Tampoco la profundización de la democracia ha sido objeto de atención, en temas tales como la separación de poderes; limitación de tiempo en la función pública, para convertirla en servicio, no en una profesión; ni se ha promovido una participación política respetuosa y razonada; ni se ha garantizado medios de comunicación públicos independientes; y mucho menos se ha dado a a ciudadanía una formación para una participación más directa en los asuntos públicos, como en la antigua Grecia experimentación mediante sorteo, ni se ha buscado que los políticos sean un reflejo de la composición de la actual población española, inmigrantes y emigrantes incluidos.

Así mismo se ha hurtado la reflexión y la toma de posiciones sobre los retos que supone la globalización, cito a modo de ejemplo: migraciones masivas de población; transformación del empleo; descontrol del capital clásico, aparición y consolidación del capitalismo de Estado; nuevos poderes emergentes como China y su influencia en la economía y la política nacional y europea; descompromiso norteamericano y nuevos riesgos en materia de seguridad, etc.

Ni se ha generado pensamiento duro, respecto a estos temas, entre ciudadanía y  partidos políticos, ni han sido capaces de consensuar posturas y presentar, como país, un frente común en la UE, que es el nivel en que deben darse solución a los mismos. Nuestro papel se ha limitado a ser comparsas, bien avenidas en los casos de  González y Aznar, con Alemania, Francia o el Reino Unido y aquello tuvo su rédito, después, y hasta hoy, no hubo nada.

Muchas son las tareas que quedan por hacer, he señalado algunas a modo de ejemplo, y para poder centrarnos en ellas es urgente cortar el principal nudo gordiano que atenaza nuestra atención y recursos, ¿qué hacemos con aquellos catalanes que quieren ser independientes; ¿Seguir tratando de comprarles a golpes de cheque?, ¿Otorgarles más derechos a través de un nuevo estatuto?, aunque esto signifique desertizar partes del país y seguir generando más desigualdad interior, ¿Controlar el territorio con un 155 ininterrrumpido?, ¿Llegar a una confrontación tipo guerra civil? o ¿Desprendernos de ellos?

"Me gusta tanto Alemania que prefiero que haya dos", nos decía Günter Grass, el premio nobel de literatura, cuando le preguntaban por la posible reunificación de Alemania. Pues otro tanto cabría decir aquí: "Me gusta tanto Cataluña que prefiero que haya dos", una Cataluña que viva con naturalidad su bilingüismo, su equiparación de lenguas, sin que ello suponga menoscabo para ninguna de ellas, una Cataluña próspera capaz de compartir su riqueza con las partes más necesitadas del Estado, orgullosa de sus raíces y de su pertenencia a un Estado con otras culturas, lenguas y nacionalidades, y la otra que se vaya, no me interesa seguir ni un minuto más perdiendo el tiempo con ella, ni seguir otorgándoles regalías, con el permanente chantaje que esto supone.

Indudablemente esto plantea un gran reto: ¿Y ahora cómo lo hacemos?; sin duda es un tema que exige una solución compleja, y España como Estado tiene que preservar sus corredores con Francia y vías estratégicas de acceso, ahí no debe haber concesiones, ni tampoco en la defensa cerrada de aquellos que opten por quedarse. ¿Estamos ante un queso con agujeros tipo gruyer? ¿Ante una división de espacios y territorios? Creo que en este tema hay países con experiencia que pueden asesorarnos, y por difícil que sea siempre es posible llegar a una solución, que al fin nos ayudará a librarnos de nuestros demonios interiores, para poder dedicarnos a las cosas importantes, y a lo que en realidad, cara a prever nuestro futuro y el de nuestros hijos, más nos interesa.