Opinión

Mientras escribo

Cárcel de Huelva.

Cárcel de Huelva.

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Mientras escribo me doy cuenta de lo cansado que estoy. Sí, estoy cansado de tantos minutos de silencio. Estoy cansado porque hay más víctimas que minutos. Estoy cansado porque mientras escribo, alguna de esas manadas está actuando. Estoy cansado porque ahora mismo alguna mujer está siendo violada, maltratada, acosada, asesinada. Mientras escribo pasan cosas que no entiendo. Pasa que no comprendo la diferencia entre maltrato, violencia de género, agresión, crueldad doméstica, machismo, feminismo y tanta definición restante alrededor de lo mismo. Estoy cansado porque no comprendo que una mujer víctima necesite tantas y tan diferentes interpretaciones.

Mientras escribo me doy cuenta de que la clase dirigente lleva siempre idéntico luto discursivo, diría que incluso portan las mismas vestimentas. Estoy cansado porque las leyes desordenan al bueno, al inocente, y a cambio tranquilizan al canalla. Estoy cansado porque la vida transcurre rodeados de silencios. Estoy cansado porque ese es el minuto que tarda el criminal o el psicópata, en asesinar, en violar o en maltratar a otra mujer. Por eso estoy cansado de tantos minutos de silencio. 

La cultura del buenismo en clave de ordenamiento nos está rompiendo a todos, en especial a la mujer. La cuestión es si la educación, esa frágil materia basada en el respeto, debiera estar contemplada como asignatura reglada o hay que conformarse con el obituario de cada día. La cuestión, vengo a insistir, es si los gobiernos, esa clase dirigente que pasan por los mismos minutos de silencio que ustedes y yo, son de cartón piedra o simplemente unos innecesarios servidores incapaces de protegernos. La cuestión, y no por repetitivo, es si entre tanto patrocinio no habrá quienes formen parte de algún rédito encubierto. Por eso estoy cansado.

Confieso que estoy cansado porque alrededor de la violencia hacia la mujer veo un enorme afán subversivo de dudoso credo. Estoy cansado de las estadísticas. Estoy cansado de tanta toga y tanta loa. Estoy cansado de tanta movida, tanta denuncia y tanto ultraje a la gente de bien. Estoy cansado porque a base de matar a la mujer veo que la vida guarda idéntico resultado para la víctima siguiente. Estoy cansado porque las leyes fraternizan más con el perverso que con el digno. Estoy cansado porque lo racional se ha convertido en un anacronismo. Estoy cansado porque el tiempo no se detiene en favor de quien más lo necesita. Por eso estoy cansado de tantos minutos de silencio.     

En la no violencia siempre estaré. Nunca en el ojo por ojo. En el servicio al no rencor me refugio porque mi conciencia mantiene estrecha relación con mi estancia terrenal,  pero quienes atentan contra la dignidad de la mujer, a esos no cabe concederles amparo con otra interpretación jurídica que no sea aplicando la prisión permanente revisable, salvo en casos de justificada demencia que requiera de especial tratamiento. La mujer ha de ser tan libre como ella prefiera. Nadie es dueño de nadie, ni tan siquiera por aquellos quienes se otorgan potestad de mando. Por eso, esta sociedad que me invita a guardar un minuto de silencio con tanta frecuencia y con tanta mujer asesinada, a mí, al menos, me tiene cansado.

La mujer no debe ser cuota de ningún mercado ni tiene porqué sufragar otros votos que no sean los suyos. La mujer es por antonomasia quien debe imponer su propia libertad frente a las cárceles urbanas que las mantiene prisioneras de día y de noche. Estoy cansado porque mientras escribo me doy cuenta del grado tan vejatorio, repulsivo y canalla que guardan las miradas de quienes desnudan el vicio de lo sucio a costa de tantas mujeres maltratadas, asediadas, perseguidas, violentadas o asesinadas.  

Mientras escribo me percato que mi lado bueno no se tomó el día libre y ello me permite presenciar como una mujer mayor, bastante mayor, le cede el asiento del autobús a otra mujer mucho más joven que se sujeta sobre una muleta. Algo me dice que las mujeres tienen agallas.