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Los pretorianos

Sánchez, durante la rueda de prensa

Sánchez, durante la rueda de prensa

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Viernes de octubre, preludio de tempestad y gota fría en el sur de la piel de toro. En lo alto del Reino, las prisiones visten alfombra roja-no-oficial para recibir a un emisario acompañado de corte mediática para discutir de cuentas, de política, del territorio… de la vida en general, en fin. Es éste un Miguel Strogoff, Correo del Zar, agente secreto -quizá doble- o, simplemente, el “puto amo”, como lo describió ayer un peón maíllo de ese partido abstencionista que se hace pasar por derecha. 

Más abajo,en el centro, el Doctor Presidente del Estado, espera informaciones puntuales mientras se entretiene planificando una visita a Cuba en esta legislatura Erasmus que tiene que aprovechar a tope.

Los hechos anteriores no son independientes, sino que definen una forma de gobernar: negociaciones con neblina para terminar gobernando por decretazo y propaganda. El objetivo es aguantar otro añito para, entre efectos especiales, llegar a unas elecciones de impacto.

Si ZP hizo su puesta de largo elevando a un grupo terrorista a todo un interlocutor válido con aprobación, implícita o explícita, de todo el Parlamento, el doctor Sánchez refina el mismo sistema enviando a su socio a galeras de lujo para legitimar otro interlocutor golpista para aprobar unas cuentas que quiebran definitivamente un Estado camino del desahucio. 

Lo que no advierte el doctor es la fórmula audaz que su Correo ha diseñado en una reunión cuya gran importancia es formal en un gesto que será clave para el medio largo plazo. Y es que,en el fondo, es la primera reunión institucional republicana de dos polos que no ocultan el arrastre del sistema a una forma nueva. Más allá de las cuentas del barquero, ya se dibuja un menú que, cocinado entre las diversas elecciones, fraguará en la consolidación frente popular, republicano of course.

La película sigue su guión cuyo cebo es una independencia imposible y lo que realmente se juega no es más que un cambio de régimen en descomposición sosteniendo a un tonto hiperactivo que, al modo de Claudio, se salva por una guardia ambiciosa y pretoriana.