Tuve un profesor de Historia Social de España que repetía con frecuencia una reflexión, que debe ser entendida en sus justos términos y como él decía “Mutatis Mutandis”: “Todo país que desee prosperar social y económicamente debe llevar a cabo una Revolución Francesa... Mutatis Mutandis”.
Mi querida España, cuando el barco hace agua sólo existen dos alternativas: que todos a una se vuelquen para taponar las vías de agua que causarán el hundimiento o que cada cual coja su salvavidas y, a empujones, intente salvarse como pueda.
La Historia luego dirá: El barco zarpó con la música del Himno Nacional de fondo. Una vez alcanzada alta mar, comenzaron las divergencias: "porque yo, porque tú...". Y, como en Babel, la multitud de lenguas ocasionó la falta de entendimiento entre la tripulación y el pasaje.
Lo más grave de este símil es que ningún miembro de la tripulación fue capaz de dar
un puñetazo, hacer sonar el himno nacional e ir tirando al agua a quien osase coger su salvavidas y no hacer equipo con todos.
El barco siguió, herido, su camino. Las pilas del himno nacional iban caducando. Algunos mayores no llegaron a puerto. Los jóvenes, con manos suaves de no haber trabajado nunca, propusieron organizar festejos por grupos, según sus lenguas y sus apellidos.
El capitán y sus lugartenientes, cobardes por omisión y acción, arriaron la bandera. La Historia borraría, luego, sus nombres, porque “todo país que desee prosperar social y económicamente debe llevar a cabo una Revolución Francesa. Mutatis Mutandis”.