Casado es el nuevo Presidente del Partido Popular, y lo es por la obra y gracia de un sector del partido ideológicamente vetusto, una rancidez de ideas y políticas tan evidente como lo es la juventud biológica del agraciado.
Lejos de mostrarse innovador, Casado intenta rescatar políticas de los años 80 para justificar el evidente retraso del conservadurismo español. Conservadurismo encarnado en un partido donde la innovación brilla por su ausencia. Sus pilares ideológicos pasan por no hablar del aborto, de la eutanasia, no cuestionar su familia tradicional y de, cómo no, luchar contra Ciudadanos.
Toda su campaña electoral interna y ahora sus declaraciones van dirigidas exclusivamente a restar apoyos a Albert Rivera, al que Casado teme más que a “una vara verde” ¿Los independentistas catalanes y vascos? Nada, ni dos palabras, ¿las aún salvajes cifras de paro? “Pecata minuta”, ¿los despilfarros demagógicos y subidas de impuestos de Sánchez, “el okupa”? no le interesan.
Si después de ostentar la vergüenza de ser el único gobierno censurado por corrupción política de nuestra historia democrática todo lo que preocupa al Partido Popular y a su nuevo viejo líder es el electoralismo, ya podemos hablar sin errar de un paso firme a peor del PP.
Si pensaban que el PP no podía caer más bajo se equivocaban, ya lo decía Federico II: “ninguna situación es tan grave como para que no sea susceptible de empeorar”