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Ni bueno ni malo

Una buena copa de vino dispuesta para ser degustada sin ningún rubor.

Una buena copa de vino dispuesta para ser degustada sin ningún rubor.

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 No seré yo quien impulse la ley seca. No por abstemio, que lo soy en horas de dominio responsable y además fuera del concurso dominante intento tomar lo justo,  sino por conocedor de la que se armó en Estados  Unidos allá por 1920 con Al Capone y las mafias haciendo caja. Y vengo a lo de las mafias en clara sintonía con los que arbitran cuantas mentiras se gastan en hacernos creer que esto o aquello es o no saludable. Se nos oculta la verdad porque  los intereses que acarrean los grandes inversores lo único que persiguen es blindar  la salud de sus propias apuestas económicas.

Lo que hasta ayer el tomar una copa de vino en las comidas era de lo más saludable, ahora resulta que no tiene ningún beneficio. Es más, según la Sociedad Americana de Oncología Clínica acaba de confirmar lo perjudicial que para la salud es consumir alcohol, incluso haciéndolo de forma moderada. De manera que una vez más alguien ha intentado ocultarnos la verdad en aras de amasar fortuna. Siempre opto por echar las mismas cuentas; veamos, 7.600 millones de habitantes multiplicados por una versión saludable de algo, pues la cosa se pone interesante.  

Cuando el médico dice que no importa tomar un poquito de vino en las comidas debe estar refiriéndose a algo mucho más sustancial. Yo mismo, en más de una ocasión, he sido cumplidor en afecto personal y le obsequio al galeno de turno alguna reserva de buena añada. Él siempre  me dice lo mismo: “Esta es la mejor receta”  De manera que esto es un sinvivir. 

La industria que financia la investigación de lo bueno y lo malo es probable que lo haga con la voluntad de velar por nuestra salud, otra cosa es que luego acepten la teoría científica de que con cinco copas se vive menos. El talento al servicio de la humanidad no siempre es una cuestión de dinero, de tal manera que el citado Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos ha paralizado un estudio de 100 millones de dólares debido a sus sonrojantes conflictos de interés con la industria. Al parecer, el trabajo pretendía obviar los efectos negativos del consumo moderado de alcohol. Tengamos en cuenta que de los 100 millones de dólares que costaba el trabajo, 60 millones procedían directamente de compañías cerveceras. 

El New York Times, que tiene sabuesos con instinto de mala leche, ha destapado indicios sobre algunos investigadores que trabajaban para la causa contraria, es decir, una especie de agentes con doble moral  al servicio de quienes tratan de hacer valer al mundo la teoría de los efectos positivos del alcohol. No sólo eso, sino que también pasarían por alto la parte menos conveniente para la salud de los humanos. 

Uno se muere el mismo día por una simple cuestión de buena educación, es más, hay quienes luego tienen por costumbre brindar por ello. Recuerdo que en cierta ocasión y con motivo de las últimas voluntades de un americano de Kentucky éste, como si tal cosa,  estaba alternando copa en mano con quienes andaban a su alrededor esperando el desenlace.  Allí no faltaba ni el bourbon whiskey  ni el brandy. Se hablaba de lo distinguido que resultaba el hecho de beber: “las personas que beben tienden a ser más educadas y adineradas que los abstemios”  -decían. Y en ese plácet de la vida en medio de tanta finura social tomó la palabra el americano después de apurar su copa: “Damas y caballeros,  van a tener que disculpar que me ausente, pero es que me tengo que morir”.  

Distinguidos lectores, vivir y morir, esa es la cuestión. Desde que el ser humano nace entramos en el corredor de la displicencia. Se nos juzga por lo que hacemos y  no hacemos. Por lo que somos o dejamos de ser. Por todo aquello que nos señalan como bueno y malo en función de los intereses ajenos. Nos compran y nos venden a diario y en realidad nunca sabremos ni a quien nos estamos comiendo ni tampoco a quien nos estamos bebiendo, de manera que  si ustedes no tienen inconveniente ahora mismo voy a brindar por este momento de grata compañía con mi público lector.

Para la ocasión nada mejor  que hacerlo con  una queimada casera, que según parece se le atribuyen facultades curativas y se afirma que, tomada tras la pronunciación del conjuro, funciona como protección contra maleficios, además de mantener a los espíritus y demás seres malvados alejados del que la ha bebido. No está de más.