Opinión

Torra en el Palau

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Quim Torra es el nuevo nada honorable president de la Generalitat, heredero del peor pensamiento xenófobo del nacionalismo decimonónico. Creíamos algunos, ingenuamente convencidos que la democracia, la educación y el progreso habían desterrado, para siempre, al menos de la Europa cosmopolita y liberal, este tipo de pensamiento. Pero ahí andan, no sólo Torra, también Farage en Reino Unido o Le Pen, con comparación bien traída esta semana por el socialdemócrata Pedro Sánchez, creciendo al calor de la desesperación y de las bajas pasiones de la gente.

Nada nuevo bajo el Sol en los escritos de Torra, aunque no deja de sorprender, insisto, la existencia de este tipo de pensamiento en el siglo XXI. Si este se refería a los castellano- hablantes como de “bestias, con algún problema en la cadena de ADN”, recordemos que Sabino Arana hacía mención a los “maketos españoles” de una raza inferior.

La apelación a la pureza de la raza catalana de Torra también coincide con la del fundador del PNV, de cuyo pensamiento genuino cabe decir que se distanciaron los nuevos dirigentes, cuando decía por ejemplo, que “el nacido en Vizcaya no debe ser considerado vizcaíno "si su sangre no es de la raza vasca". Pureza de raza, junto a una extrema religiosidad, y defensa a ultranza del foralismo, heredado del carlismo (“Dios y Leyes Viejas”) y la creación  de los símbolos nacionales, eran signos de identidad. A los inmigrantes del resto de España, llegados al calor de la industrialización se les calificaba también como belarrimochas (orejas cortas) y el decimonónico azurbelchas (huesos negros, esto es, que llevan el liberalismo, son belchas o negros en la médula).
Prat de la Riba. Padre del nacionalismo catalán moderno.

El racismo no impregna de forma tan medular su ideología pero también lo encontramos a lo largo de su pensamiento. En algunos aspectos no difiere mucho del pensamiento tradicionalismo carlista.

Avanza hacia el pragmatismo, y la unión de naciones, pero la idea de la raza y del pueblo, como decimos, no deja de estar presente en su obra: ”El pueblo es, pues, un principio espiritual, una unidad fundamental de los espíritus, una especie de ambiente moral, que se apodera de los hombres y los penetra, y los moldea y los trabaja desde que nacen hasta que mueren.

Poned bajo la acción del espíritu nacional gente extraña, gentes de otras naciones y razas, y veréis como suavemente, poco a poco, va revistiéndolas de ligeras pero sucesivas capas de barniz nacional, va modificando sus maneras, sus instintos, sus aficiones, infunde ideas nuevas en su inteligencia y hasta llega a torcer poco o mucho sus sentimientos”.  Los espíritus de Sabino, Prat y Torra se han unido en el Palau. Los primeros son  pasado, pero  el último controla la educación de miles de catalanes. Tenemos un problema.