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Roman J.Israel Esq.

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Una de las reglas no escritas de la cartelera de nuestro país es que en las semanas previas a los Oscar se estrenan algunas de las apuestas más sobresalientes del cine americano, aprovechando la notoriedad que les dan las nominaciones a estos premios.



Sin embargo, siempre hay alguna película que queda rezagada, y que a pesar de su aparente relevancia o calidad y de estar nominada a algún Oscar, no es estrenada hasta un periodo posterior, quedando encajonada entre otro tipo de películas que, digamos finamente, cuidan más el aspecto comercial que el de la calidad.



La película rezagada de este año ha sido “Roman J.Israel, Esq.”, un film que además de contener a priori aspectos cinematográficamente atractivos como ser la segunda película de Dan Gilroy el director de la excelente “The nightcrawler” (2014) y contar con un buen elenco de actores donde sobresale esa estrella que es Denzel Washington, además nominado al Oscar al mejor actor protagonista, lo más importante es que una vez vista, a pesar de la poca visibilidad que se le ha dado (ya la vi en una sala donde era el único espectador) y unas críticas bastante tibias en la mayoría de los casos, descubrimos un film de impecable factura que sin estar a la altura del rompedor y despiadado primer trabajo del director, encara con acierto algunos de los temas que mejor ha reflejado el cine norteamericano a lo largo de su historia, sin eludir asomarse a aspectos oscuros e incómodos de su sociedad.



El protagonista es un abogado idealista que deambula por los márgenes del sistema judicial norteamericano (aquí focalizado en la ciudad de Los Ángeles) y que tras el fallecimiento de su mentor debe salir del rincón aislado en que habitaba, para lidiar e interactuar con diferentes actores del sistema y la sociedad, que le ven como un cuerpo extraño difícil de encajar.


El film transcurre como un solvente drama donde se mezcla lo judicial y lo social, en el que se nos presenta una de esas historias que tanto gustan y tan bien hacen los cineastas norteamericanos, como es describirnos el tortuoso camino de un tipo íntegro y singular que tropieza con un sistema injusto que le margina, y al que acompañamos en su caída a los infiernos y su posterior redención. Un personaje con el que tocamos fondo, con el que nos levantamos y cuyo desarrollo seguimos con interés.



Una película que también se nos muestra con una complejidad moral mayor de lo que parece, en el que ninguno de los personajes acaban siendo exactamente lo que esperábamos al verlos por primera vez, y donde llegamos a entender y perdonar conductas discutibles, pero entendibles al mismo tiempo.



Todo ello se sustenta gracias a una historia que mantiene un buen tono narrativo y un vivo interés por lo que está ocurriendo, pero muy especialmente por sus superlativas interpretaciones. Por un lado Denzel Washington, en los últimos tiempos más volcado en papeles menos lucidos pero de grandes posibilidades actorales (recordemos su anterior interpretación en “Fences”), que da vida a un personaje difícil, complejo, con el que cuesta empatizar y cuya estética y maneras resultan anacrónicas y poco atractivas al espectador que a pesar de todo es absorbido por su personalidad. Y por otro lado, y con inquietudes similares a las de Washington, un Colin Farrell, proyecto de super estrella algo histriónica a principios de siglo, que tras no serlo está asumiendo papeles de riesgo, con un estilo muy contenido, ligando su carrera a directores interesantes (que culminan con sus últimas colaboraciones con el difícil e inclasificable Yorgos Lanthimos), y que en esta película muestra la ambivalencia y las capas de un personaje desde la sobriedad y una admirable madurez interpretativa.



Drama solvente, historia con buen pulso narrativo, personajes complejos y llenos de interés, interpretaciones excelentes,…… creo que son motivos más que suficientes para ir a disfrutarla, no duden……. y no tarden.