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Ready Player One

Un fotograma de la película.

Un fotograma de la película.

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Steven Spielberg lo ha vuelto a hacer, ha realizado una muy buena película, y lo ha hecho en el ámbito que yo personalmente menos esperaba, que es en ese cine más juvenil, de aventuras y ciencia ficción, en donde el director nos ha dado grandes momentos, pero reconozcámoslo, ya muy pretéritos.

Ready Player One no es una película perfecta, pero como punto de partida diré que junto a Minority Report (2002), también de Spielberg, es el film de este siglo que, creo que de una manera más acertada, se aproxima a la trascendencia de los cambios que se están produciendo en nuestra vida en base a los múltiples avances tecnológicos, planteándonos con brillante claridad lo que puede ser el futuro, ya casi presente, más inmediato.

Lo que nos plantea Spielberg, es un argumento sobre un tiempo en el que ya casi estamos, un mundo que provocará aún un mayor aislamiento y deseos de evasión, y que dará un salto de sociedades enteras que no apartan los ojos de sus móviles y están permanentemente conectados a otras realidades, a sociedades ya totalmente autistas donde el móvil será sustituido por un casco de realidad virtual que nos aislará totalmente del prójimo, que nos evitará cualquier tipo de interacción con otro ser humano, y que nos hará vivir una realidad que nada tiene que ver con la auténtica, una realidad que anhelamos pero que realmente no tenemos.

Todo esto se plantea con claridad y queda muy bien explicado en su punto de partida, aunque lamentablemente en su desarrollo se intercalan algunos momentos que creo que complican en exceso la trama, la saturan, y que parecen convertir a veces la historia en una especie de remedo elefantiásico de los peores vicios de las actuales películas de superhéroes y de otras sagas “anillescas”.

En cualquier caso, cuando Spielberg consigue centrar la narración alcanza momentos espléndidos, que suelen coincidir con el aspecto más humano de la historia y en el que el actor Mark Rylance aparece de forma superlativa dando vida a un personaje tan entrañable como misterioso, y sobre cuya referencia gravita todo el film.

También son certeras muchas de las referencias que aparecen en la cinta a clásicos de la cultura popular reciente, o las relativas al cine del propio autor, mezcladas con otras como Akira, King Kong o El gigante de hierro, destacando sobre todas ellas el momento El Resplandor de Stanley Kubrick, el más bello, veraz y espectacular homenaje que he visto hacer a un cineasta sobre la obra de otro, que te hace formar parte del interior de un clásico, y que supone un momento que me hizo disfrutar como hacía tiempo que no lo hacía al darme la sensación de estar ante algo nuevo que no había vivido antes en una pantalla de cine.

En cualquier caso, aunque la película plantea un futuro que ya casi está aquí, y su director no ha hecho en su vida otra cosa que llevarnos a otros mundos, embriagarnos con su imaginación y dar forma a muchos de nuestros sueños, también es verdad que al mismo tiempo nos ha emocionado y humanizado con unas historias que aunque grandes, en ellas siempre acaban aflorando los sentimientos más íntimos. Por tanto, el veredicto final de la historia dista mucho de hacer seguidismo sin más a esta revolución tecnológica, y acaba reivindicando lo real sobre lo virtual, donde esto sea un complemento de lo otro, y no su sustitutivo. Porque ya lo dice la propia película, nada puede sustituir a un beso de alguien a quien quieres, igual que ya lo dijo hace años José Saramago, y es que a diferencia del papel, ningún mail podrá ser nunca empañado por las lágrimas de quien lo escribe.