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Vuelta al Medievo en Cataluña

El Parlament reivindica el derecho de Puigdemont para ser investido presidente

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La política de grandes gestas, de revoluciones sociales, de lucha del pueblo por conseguir parcelas de libertad recibe diariamente un insulto al ser aludida por políticos de medio pelo que juegan un pulso absurdo a una democracia consolidada internacionalmente y basada en un texto constitucional avanzado que garantiza todos los derechos y libertades fundamentales.

Bajo los más burdos pretextos identitarios, nacionalistas de exclusión y de impunidad de delincuentes, los independentistas catalanes, con el President del Parlament a la cabeza, apelan a la épica de lucha revolucionaria mientras las calles de las ciudades se llenan de odio y los bolsillos de los catalanes se vacían por su irresponsabilidad.

Hace pocos días veíamos llorar a uno de esos mártires del absurdo a su entrada en prisión. ¿Acaso la promesa de las siete vírgenes del edén indepe ha llegado a sus psiques o quizás haya quien vea en la independencia una oportunidad de impunidad ante una gestión cuasidelictiva de su autonomía? Lo que está claro es que fuera de nuestras fronteras al independentismo catalán sólo se acercan los portadores del odio en Europa: extrema derecha alemana, nacionalistas de países bajos y algún que otro eurófobo que se acerca a los del lazo amarillo para lograr algo de repercusión mediática.

Con la locura firmemente instalada en las bancadas independentistas del Parlament, incluso se llegó a auspiciar la violencia evitando condenarla y se afirmó desde la Presidencia de esa Cámara que el poder judicial no podía juzgar a una persona, cometiera los delitos que cometiera. ¿Qué será lo siguiente, el derecho de pernada?