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Buenos y malos

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Hasta hace unos pocos años todo parecía ordenado de manera razonable; o sea, salías a la calle y sabías distinguir lo uno de lo otro. No hay nada ofensivo en esta apreciación, quede claro. Lo que sucede hoy en día es que los malos de antes, ahora son los buenos. Se les mima y se les jalea, e incluso tienen su propio club de fans dentro del Congreso de los Diputados. Lo que siempre ha sido conocido como “el mundo al revés”, pues eso.

Los malos de ahora están al alza, de manera que aquellos que aún guarden tebeos, cuentos infantiles o novelas de héroes, les recomiendo que se deshagan de todo ello porque la actual versión de buenos y malos ya es otra. Ahora ganan los malos. Es como si Caperucita hubiera cruzado el bosque, entrase en el Congreso de los Diputados y hubiera presentado una iniciativa legislativa para defensa de aquél lobo feroz, que a buen seguro con la versión de los de ahora acabó siendo una víctima del sistema de la época. Hoy en día da igual lo de comerse a la abuelita, total con eso del menosprecio de valores morales ahora la gente mayor no forma parte de nuestros anhelos. A todo esto decirles que Caperucita Roja es hoy una destacada antissistema, cosa que le sirve para ir en las listas electorales de no sé qué formación política.

Del mítico Bambi, mejor no sacar los trapos sucios, pero si ustedes le vieran hoy ni lo reconocerían. Se ha convertido en un bambiflauta y por ahí anda. Según dicen está de okupa en una granja escuela. Con lo bueno y tierno que era el cervatillo –me dice Doña Alberta, la vecina del quinto, que no sale de su asombro: “El mundo al revés, hijo, el mundo al revés” Doña Alberta es viuda y cobra una pensión de miseria. “A mí la calle cada vez me gusta menos. Está todo muy raro” Me dice que hoy ha salido porque tiene que comer algo de pescado hervido con alguna patata cocida, pero no tiene ganas de nada. Su marido, Honorato, que Dios tenga en su gloria, también murió de un infarto y la gente no lo festejó con tanta algarada callejera.

Estrellita Castro, tonadillera de postín, también murió de un paro cardíaco y vivió por algún tiempo en el Lavapiés de los castizos años 30, 40 y 50. Con doce años la niña actuó por vez primera ante los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, de manera que realce tenía el distrito. Entonces el barrio madrileño era una fiesta, tanto que en la calle Tribulete un espectacular molino daba la bienvenida al Molino Rojo, uno de los cabarets más apaches y arriesgados del franquismo. Actuaron vedetes, los primeros rockeros y hasta Lola Flores. “Ay, madre mía/ay, quien pudiera ser luz del día/y al rayar la amanecida/sobre España renacer” Quizás una declaración de intenciones o tal vez un epitafio para los nuevos tiempos actuales que lejos de prosperar ven como un bulo es capaz de incendiar Lavapiés. Es lo que tiene hacer la calle a indulgencias de ir contra todo lo que se menea.

Les dije lo conveniente en desprenderse de los tebeos de aventuras porque los héroes de antes ahora están muy mal vistos. Cualquier fantasía ilustrada de entonces ya no sirve a pesar de que las publicaciones de hazañas bélicas nos librasen del poderío ario que la Alemania nazi pretendía imponernos; o las del Capitán Trueno, que como buen caballero español, armaba lo propio con todo hijo de mala baba que hacía la vida imposible a la buena gente. Y qué decir del sheriff de Tucson Hill que limpiaba las calles de cuantos trasgresores de la ley osaban alterar el orden ciudadano. Eran los buenos y los malos de toda la vida, los que por ley bien aplicada unos pagaban sus culpas (los malos) y otros (los buenos) se sentían protegidos. Pero las fantasías se acabaron, la calle cambió y como de costumbre, la señora Carmena, lejos de hacer autocrítica y ejercer de sheriff al uso, pues dice que no tiene nada que reprochar a nadie y es incapaz de tomar medidas disciplinarias y mucho menos el reconocer que los policías, es decir, el orden y la ley, hacen bien su trabajo. Mientras tanto lo perverso sale gratis y la calle se ha convertido en la nueva fábula del orden social. Consuela saber que ha entrado la primavera. Algo es algo.